Extremismo en el debate político

Sondeos alarmantes, tan cerca, tan lejos

La sociedad se está polarizando rápidamente, no solo en Catalunya, España y Estados Unidos, sino en el mundo occidental en general

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polosw / MONRA

Eugenio García Gascón

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Los témpanos de hielo que se desgajan de los polos pueden ser peligrosos cuando van a la deriva: uno de ellos hundió al 'Titanic' hace unos cuantos años. Los polos todavía siguen estando fríos a pesar de los desajustes climáticos –crecientes, según muchos expertos- y muy lejos uno del otro, tan lejos y tan fríos como una parte de la población occidental lo está de la otra, la izquierda de la derecha, o al revés. Conviene insistir en que es algo que no ocurre solo en España, sino en otros países del continente y en Estados Unidos, y supongo que en países de otros continentes.

En su último libro, Steven Pinker dedica algunas páginas a resaltar la polarización que experimenta Estados Unidos. Destaca que las opiniones de la gente común son “demasiado superficiales e infundadas”, que en los 20 años transcurridos entre 1994 y 2014 el porcentaje de estadounidenses cuyas opiniones son enteramente liberales o enteramente conservadoras se ha doblado, pasando del 10% al 21%. Y añade una coletilla tan interesante como preocupante: “Durante esos veinte años, los ideólogos se han vuelto más propensos a afirmar que la mayoría de sus amigos comparten sus ideas políticas”.

Esto no debería pasar desapercibido, puesto que también está ocurriendo aquí, en Catalunya. Las ovejas de un color se van con las de ese color y las de otro color se van con las de otro color. En Catalunya esta situación ha adquirido unas dimensiones más acusadas y preocupantes que en el resto de España. Que la gente se aleje entre sí de esta manera por motivos ideológicos, incluso dentro de las mismas familias, es alarmante.

Un estudio de Pew citado en el libro de Pinker 'En defensa de la Ilustración' constata que en 1994 un tercio de los demócratas eran más conservadores que los republicanos medios y viceversa. Dos décadas después, en 2014, “las cifras se aproximaban más a la vigésima parte”, dice el estudio. “Más preocupante es el hecho de que cada bando haya aumentado su desprecio hacia el otro” (seguro que esto les suena pues aquí se está incitando desde arriba). En 1994 el 16% de los demócratas tenían una opinión “muy desfavorable” del partido republicano, mientras que en 2014 el 38% era de esa opinión. Más de una cuarta parte de los demócratas veía al partido republicano como “una amenaza para el bienestar de la nación”. En el otro polo, los republicanos en 2014 eran todavía más hostiles hacia los demócratas puesto que el 43% tenían una opinión “muy desfavorable” de sus rivales, y una tercera parte  los consideraban una amenaza. No conozco estudios similares en Catalunya, aunque por experiencia creo que la situación debe de estar más polarizada.

Pinker añade que la mayoría de los estadounidenses, la gente corriente, son más moderados que los republicanos y demócratas. Pero la mayoría tiende a no votar, a no expresar sus opiniones a través de las urnas: los “moderados” son quienes no votan, mientras que los “extremistas” son “los que más votan, los que hacen más donaciones y los que más presionan a sus representantes”. Quizás este sea un motivo adicional para alejarse de la política, puesto que una persona “moderada” difícilmente querrá aparecer en la misma foto que los extremistas, tanto en Estados Unidos como en Catalunya.

Estos datos constituyen una señal de alarma: la sociedad se está polarizando rápidamente; especialmente la política se está polarizando a gran velocidad, no solo en Catalunya, España y Estados Unidos, sino en el mundo occidental en general. Esperemos que la tendencia se revierta, si bien parece difícil que ocurra si leemos habitualmente los periódicos, con sus noticias que a menudo sobresaltan o causan prevención. Para revertir la tendencia sería preciso restaurar la cordura. Sin embargo, la polarización de la política, que se radicaliza mes a mes, es algo que se puede palpar, no solo durante los periodos electorales sino cada día durante todo el año.

Muchos medios de comunicación suelen ir de la mano de los políticos y parece que se editan deliberadamente para enervar a los lectores, para envenenar a sus oyentes. Pasa con los diarios, también con las emisoras de radio y con las cadenas de televisión. Dentro de unos años, cuando esta vorágine haya acabado, las personas del futuro quizá se rían de nosotros. Eso en el mejor de los casos. Será mejor que se rían a que añoren un tiempo como el nuestro, con todas sus contradicciones y con un elevado número de mentiras y embustes que ahora nos parecen verdades irrefutables y nos convierten en fanáticos.