Financiación necesaria

2019... una odisea de la ciencia

No se avanza solo con viejos y bellos recuerdos del pasado (Leonardo, Humboldt o el Apolo XI) sino con el trabajo, decentemente remunerado, de científicos y científicas

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Jordi Serrallonga

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Lo mejor de un cumpleaños es sumar años; no los festejo con confeti, pero afirmo que se trata de un episodio positivo: ¡estás vivo para contarlo! Por lo tanto, a esos amigos y amigas que se quejan de ser un número entero más viejos, les digo que lo triste sería homenajear su defunción. Aun así, y aunque hubiera preferido el 200 aniversario de un nacimiento –Año Darwin 2009–, admito que descubrí la teoría de la evolución con motivo de la celebración del centenario de la muerte de Charles R. Darwin en 1982. Alguna cosa buena había de tener tan morbosa afición por los obituarios, pues, siendo del 69, me empapé de Darwin con escasas 13 primaveras y no tuve que esperar a los 40 tacos.

Ahora, en pleno 2019, festejamos el 500 aniversario del deceso de Leonardo da VinciLeonardo da Vinci, y poco hemos alabado su aportación a las ciencias. Incluso algunos de mis colegas han puesto en duda el papel del toscano como científico. Inaudito. En los tiempos que corren, harto difíciles para la ciencia, solo faltaba que autodinamitemos nuestros propios cimientos y quememos en la hoguera a los pioneros que ya lidiaron con la incomprensión de su época. ¿Por qué desprestigiar a uno de los primeros científicos multidisciplinares de la historia?

Actitud científica

En los siglos XV y XVI no existía la ciencia como tal; entonces se hablaba de Filosofía Natural. Aun así, Leonardo se dedicó a observar y experimentar con enorme curiosidad. El estudio del vuelo de los pájaros lo convierte en el precursor de la etología (la disciplina que investiga el comportamiento animal). Los dibujos anatómicos –practicó más de 200 disecciones con cadáveres humanos– son valiosísimos, y avanzó interesantes deducciones sobre el funcionamiento del corazón. En lo referente a la astronomía descubrió el brillo de la Tierra: las noches de Luna creciente, cuando la vemos sobre el horizonte y se ha puesto el Sol, vislumbramos una especie de imagen espectral que hace que la Luna parezca llena. Leonardo dijo que la Tierra brilla, e ilumina a nuestro satélite.

En comparación con las obras de Vesalio, Harvey, Copérnico o Galileo, los detractores de Leonardo esgrimen que no nos dejó ningún tratado publicado; pero ¿acaso solo es buen científico aquel que ha compilado un libro consagrado? ¿Aquel que obtiene una cátedra? Lo importante estriba en la actitud: el interés por observar, conocer, aprender y divulgar. Mientras que jamás he vibrado ante la contemplación de La Gioconda y, en cambio, me encantan El astrónomo y El cartógrafo de Vermeer –no soy historiador del arte y desconozco si se ha sobrevalorado a Leonardo en su vertiente como pintor–, sí que, como científico, opino que fue un genio y motivo de inspiración para muchos de nosotros. Por ejemplo, para Alexander von Humboldt, eminente geógrafo, naturalista y viajero alemán del cual hoy se celebra el 250 aniversario de su nacimiento.

Carta a los Reyes Magos

De cuna acomodada, en vez de fastuosos bailes, lujosos palacios o juegos de azar, Humboldt decidió dilapidar una vasta fortuna en aras de la ciencia. Ansioso por describir el cosmos, recorrió buena parte del continente americano a partir del siglo XVIII. ¿Cuándo acabó el viaje? Fácil. Pues cuando fundió todo el presupuesto hasta arruinarse. Y es que el dinero es parte fundamental en el terreno de la investigación y exploración científicas. Sin financiación hubiera sido imposible la carrera espacial protagonizada, en sus albores, por soviéticos y norteamericanos. Uno de sus puntos culminantes, y más mediáticos, también ha cumplido años –medio siglo– este 20 de julio; a saber, cuando el módulo lunar del Apolo XI, y el astronauta Neil Armstrong, fueron los primeros en pisar polvo selenita.

Pero dejémonos de aniversarios. No podemos avanzar solo con el ensalzamiento de viejos y bellos recuerdos de hace siglos y décadas atrás, sino con el trabajo –decentemente remunerado– de científicos y científicas adscritos a proyectos y centros de investigación debidamente financiados. Sin fronteras ni géneros. Así seguirá creciendo una tabla periódica de los elementos de la cual ahora se cumplen 150 años. Desde que la propusiera el ruso Dmitri Mendeléyev, son muchas las mujeres, de diferentes nacionalidades, que han rellenado las casillas vacías de esta tabla. Y que mi pequeño gran primate, de 10 años, quiera ser paleontólogo de dinosaurios o oceanógrafo, dependerá de que un profesor o un investigador universitarios, en la Odisea de la Ciencia del 2019, pueda cobrar más de 300 euros al mes. ¿Lo ponemos en la carta para Santa Claus y los Reyes Magos?