Miedo en ERC

Adriana Lastra y Gabriel Rufián, durante la reunión que mantuvieron en julio.

Adriana Lastra y Gabriel Rufián, durante la reunión que mantuvieron en julio. / periodico

Joaquim Coll

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En julio pasado, ante el fracaso de la investidura de Pedro Sánchez, el portavoz republicano Gabriel Rufián advirtió que volver a intentarlo en septiembre, un mes dominado por la agitación de la Diada, “nos complica la vida a todos”, y que, tras la sentencia del procés, “sería muy difícil hacer política”. En la segunda votación, tras reprochar a PSOE y Podemos que “toda la izquierda se va arrepentir de lo de hoy”, ERC se abstuvo sin ninguna condición. A Rufián se le puede criticar por su anterior gamberrismo parlamentario y reprocharle una multitud de improperios, pero su aviso no era un farol. Pocos como él sabe hasta qué punto el independentismo fluctúa bajo las sacudidas emocionales o por la fuerza de un  tuit. Aun así, no deja de sorprender que todo sean miedos ahora para repetir esa abstención y, en cambio, en julio los republicanos se mostrasen tan mansos cuando desde el primer minuto calificaron el juicio de farsa y dieron por hecha una sentencia condenatoria. Claro está que el independentismo nunca se ha movido con parámetros de racionalidad y coherencia, sino a base de fogonazos y desafíos.

Ni Sánchez ni Pablo Iglesias se tomaron en serio la advertencia de Rufián y la semana pasado vendieron demasiado pronto la piel del oso. Pero eso no significa necesariamente que ERC vaya a votar en contra. Lo que reclama es que le den algo, exige teatralizar el diálogo, porque hay miedo en la dirección a que su actitud pragmática sea leída entre las bases como una renuncia. La consulta del próximo lunes es más un puente hacia la abstención que un golpetazo anticipado porque la pregunta es ambigua y será el Consell Nacional del partido quien tome la última decisión. Si en julio no hubo consulta a la militancia y ahora sí es porque internamente hay división en la línea estratégica. Dirigentes como Sergi SabriàMarta Vilalta o Roger Torrent querrían poner condiciones más claras a esa negociación, que el PSOE difícilmente podría aceptar, mientras RufiánPere Aragonès o el exportavoz Joan Tardà prefieren algo más genérico para no bloquear.

La realidad, aunque los republicanos se resistan a aceptarla, es que ese diálogo jamás conducirá a  negociar un referéndum de independencia. Sánchez, al igual que Mariano Rajoy, ni quiere ni tiene en sus manos la soberanía nacional. Además, el punto 9 del preacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos es muy taxativo al situar las fórmulas de “entendimiento y acuerdo siempre dentro de la Constitución”. Por tanto, es ERC quien elevando o no sus exigencias acabará en la abstención o votando en contra junto a JxCat y la CUP. Lo más que podría pedir sería volver al documento de Pedralbes, pero el PSOE salió escaldado de ese episodio que acabó en la crisis del “relator” y el adelanto electoral. Así pues, pese a la predisposición de Rufián, como la política independentista sigue sometida a las sacudidas emocionales del momento, la incertidumbre durará hasta el final. ¿Qué ocurrirá, por ejemplo, si Quim Torra es inhabilitado por el TSJC poco antes de la investidura? Próximamente veremos si ERC es capaz o no de marcar un rumbo propio.