ANÁLISIS
El bisturí de Rubiales
Atizar a Luis Rubiales se ha convertido en deporte nacional. En año y medio al frente de la RFEF ha abierto muchos frentes, algunos contra enemigos muy poderosos. Ha tenido que gestionar tres gravísimas crisis en el banquillo de la selección, la primera de ellas a cinco días de arrancar un Mundial que ya sabemos cómo terminó para España. Como si le fuera la marcha, su penúltima decisión ha sido llevar la nueva Supercopa de España a Arabia Saudí a cambio de una millonada, pasándose por el forro las continuas violaciones de los derechos humanos de ese país.
Pero esta vez el presidente de la RFEF ha tenido que meter el bisturí de urgencias en un escenario en el que había muy poco margen de maniobra.
Luis Enrique fue nombrado seleccionador con un respaldo unánime.Todo iba bien hasta aquel fatídico 26 de marzo, en el que una llamada a Malta le hizo regresar precipitadamente a Barcelona.
Ese día España conocimos a Robert Moreno, sobresaliente tomando las riendas en un momento tan doloroso y complicado. Hasta el 19 de junio, la selección vivió un extraño paréntesis en el que Moreno dirigía bajo la supervisión de Luis Enrique en la distancia, volcado con su familia en un dificilísimo camino.
Guion respetuoso
Hasta que a final de junio la situación no se sostuvo y Rubiales anunció que Robert era oficialmente el nuevo seleccionador, pero que la RFEF tenía las puertas siempre abiertas para el regreso de Lucho. Un guión impecable y respetuoso, abrazado a unos tiempos que nadie podía establecer.
¿Qué pasó desde entonces en la cabeza del nuevo seleccionador? Robert me pareció un hombre muy preparado, comunicativo y agradable. Con ganas de darse a conocer y de demostrar que tenía personalidad y carácter que suplirían su evidente inexperiencia. Tomó sus decisiones y probablemente se vio en la Eurocopa. ¿Quién no lo hubiera hecho en una situación así?
Lo que se haya roto entre Luis Enrique y él solo les incumbe a ellos. Pero hay dos cuestiones indiscutibles. La primera es que pudiendo (y debiendo) elegir, habría sido descabellado que Moreno estuviera en el banquillo y Lucho viéndolo por la tele. La segunda que el proyecto deportivo de Rubiales siempre fue Luis Enrique. Lo fichó primero, lo protegió después, y lo esperó hasta ahora. Y siempre lo dijo.
El círculo hubiera cerrado bien si cada uno hubiera aceptado volver al lugar de antes. Con los mismos de antes. Pero en esos durísimos 5 meses algo se quebró. Y eso no fue culpa de Rubiales ni de Molina. Se vieron obligados a gestionar, callar y aceptar, a contrarreloj y sin red. Abrir, meter el bisturí y cerrar.
El miércoles Luis Enrique vuelve a Las Rozas. Me alegra y admira su fortaleza a partes iguales. También espero sus explicaciones. Hay demasiada gente salpicada en esta película de buenos y malos. Pero esta vez, Rubiales no es el malo.
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