Crisis política y social en el país andino

Bolivia: historia en bucle

Es la frustración, por la política y por la economía, la que está sacando a las calles a miles de personas en varios países latinoamericanos estos días

Evo Morales, el pasado 31 de octubre.

Evo Morales, el pasado 31 de octubre. / periodico

Cristina Manzano

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Contaba entre risas Eduardo Rodríguez Veltzé su enorme sorpresa cuando un día lo sacaron de la cama y, en pijama, le anunciaron que era el nuevo presidente de Bolivia. Había corrido el turno después de la renuncia de todos los anteriores y, como presidente de la Corte Suprema de Justicia, le correspondía ocupar el cargo.

Corría el 2005. El hasta entonces presidente -Carlos Mesa, actual candidato opositor a Morales- había tenido que dimitir por las protestas callejeras que tuvieron al país en vilo durante meses. De hecho, luego titularía sus memorias políticas 'Presidencia sitiada'. El líder más visible de esas movilizaciones fue Evo Morales.

Mesa, a su vez, en su cargo de vicepresidente, había sustituido al presidente anterior, Gonzalo Sánchez de Lozada, que acosado por los disturbios y la violencia callejera dejó el país precipitadamente. Estos días se repite hasta la saciedad: entre el 2001 y el 2005, Bolivia tuvo cinco presidentes; en los últimos 25 años, más de una docena de mandatarios latinoamericanos abandonaron sus presidencias antes del fin de su mandato.

Largo periodo de estabilidad

En Bolivia no es que la historia se repita, es que parece que ha entrado en bucle. La llegada de Evo Morales al poder, en el 2006, marcó sin embargo un largo periodo de estabilidad. Con su revolución indígena y con los elevados precios de las materias primas, supo ganar elección tras elección. Aunque el camino por situar los derechos de las comunidades indígenas en un plano de igualdad había comenzado mucho antes, supo también darles un protagonismo que hasta entonces les había sido negado.

Pero a Evo le pudo el poder. El carisma se convirtió en mesianismo y, como otros líderes latinoamericanos -Uribe, Maduro, Correa-, decidió desafiar a la Constitución y perpetuarse en él. A algunos los frenaron sus instituciones; a otros, no.

Tampoco supo transformar la bonanza económica de la década anterior en auténtico desarrollo, ni pudo acabar con la tremenda desigualdad. Es la frustración, por la política y por la economía, la que está sacando a las calles a miles de personas en varios países latinoamericanos estos días.

Vacío de poder

En medio de la discusión sobre si lo que ha habido en Bolivia es o no un golpe de Estado, con un presidente "invitado" a dimitir, se ha creado un vacío de poder. Es de esperar que temporal y breve, y que los procedimientos para cubrir la presidencia y convocar nuevas elecciones sigan su curso.

Lo más urgente, sin embargo, es que la calle, que ha sido tomada por los violentos, recupere la normalidad. A un lado, grupos simpatizantes del MAS, el partido de Morales; por otro, un emergente líder de la oposición, Luis Fernando Camacho, que ha reemplazado en ese papel al candidato Mesa y que alimenta también la protesta con un lenguaje racista y ultrarreligioso, al estilo de Bolsonaro en Brasil.

Hay que esperar que la actuación de las Fuerzas Armadas se limite a apoyar a la policía y garantizar el orden, sin otras pretensiones. Demasiados antecedentes hay en la historia latinoamericana para que esto no sea también motivo de preocupación.