Reacciones a la sentencia

La política (no ciudad) quemada

Si se quisiera hacer política, claro, no incendiarla, podría ser un doloroso punto y a parte que abriera una etapa diferente.

Disturbios en paseo de Gràcia.

Disturbios en paseo de Gràcia. / periodico

Toni Aira

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Ver no es entender. Lo dijo y lo explicó bien Giovanni Sartori, uno de los grandes politólogos de nuestro tiempo. Y este martes, muchos han caído en ello, interesadamente, claro, al ver escenas muy poco habituales de enfrentamiento entre policía y grupos que llevan la protesta más allá de lo 'mainstream' en los últimos años. Y ha habido fuego y cargas en las principales ciudades, y como siempre Barcelona se ha llevado la palma. Pero ni a partir de lo de esta semana vuelve a ser la 'rosa de foc', la mítica ciudad revolucionaria rebautizada así en su día por su llamarada y sus barricadas anarquistas, ni ha sido nunca el Vietnam que otros quieren vender para estigmatizarla a ella y a toda Catalunya. Demasiadas ganas de tirar gasolina al fuego, desde la política, y no de hoy, sino desde hace ya demasiado tiempo. 

Irresponsable presente continuo

¿El límite serán estas tres semanas que quedan hasta las elecciones? Lo veremos, pero la espera se hará muy larga. Ya lo es demasiado, de hecho, desde hace mucho. Porque esta semana lo que seguro que ya vemos es cómo políticos hipócritas que hace años que incendian con sus palabras y hechos critican ahora el fuego en las calles de Catalunya, cuando ellos llevan años practicando una política de tierra quemada. Y alguno hasta apelará a la calma y a la responsabilidad, cuando ni una cosa ni la otra lo ha descrito desde que está en política. Es lo que tiene, entenderla como un mero ejercicio de agitación y de 'hooliganismo', y practicarla como si no hubiera ni un ayer, ni un mañana, instalados en un irresponsable presente continuo, en el “pan para hoy y hambre para mañana”. Calma y responsabilidad ya, sí, pero para todos, y con los líderes políticos cavernarios los primeros en la cola, seguidos de los que confunden las instituciones con hacer un 'foc de camp' y muchos otros.

La sentencia del 'procés' ha sido un mazazo que no por esperado es menos grave, especialmente para los líderes políticos a los que se imponen duras penas que en ningún país de nuestro entorno se les hubiesen impuesto por lo que hicieron. Pero la sentencia, a la vez, podría dejar margen, en Barcelona y en Madrid, para cierto contorsionismo. Si se quisiera hacer política, claro, no incendiarla, podría ser un doloroso punto y aparte que abriera una etapa diferente. Pero, lamentablemente, estamos en un escenario en el que demasiados líderes y partidos viven instalados en los extremos. Incluso algunos que hacen bandera de teórica equidistancia, y no. Yo ahí solo instalaría a los 'comuns' y a Pablo Iglesias, pero es obvio que solo con este espectro de voto poco se podrá hacer de lo necesario, que es mucho.

Porque si el “ver no es entender” es un problema comunicativo que se convierte rápidamente en un problema político, tener a los líderes políticos autoarrinconados en extremos impide una comunicación mínima que puede cronificar y radicalizar una crisis de Estado, y trasladarla de la política a las calles, vayan a saber cómo y hasta cuando. Dialoguen, por favor. Pero de verdad. Dejen de quemar la tierra que pisan.