ANÁLISIS
Crisis en Ecuador: ¿'déjà vu' o involución autoritaria?
Salvador Martí Puig
Catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Girona
Salvador Martí Puig
Lenín Moreno ganó la Presidencia de Ecuador por la mínima. Ganó gracias al apoyo incondicional de su antecesor, Rafael Correa. Sin embargo, una vez en el poder, Moreno fue distanciándose de Correa hasta el punto de enfrentarse con las personas de confianza de su predecesor, romper con la organización Alianza País que lo encumbró, y revertir las políticas económicas de los dos mandatos anteriores.
En los dos años que Moreno lleva en el cargo se han sucedido múltiples desencuentros entre él y Correa (y su legado), tanto en el ámbito doméstico como en el internacional. A nivel internacional han destacado las decisiones de desvincular Ecuador del ALBA y de alinearse con la Alianza del Pacífico; así como la retirada del asilo a Julian Assange y su entrega a las autoridades británicas.
Pero la conexión de Moreno con los mandatarios conservadores de América Latina ha ido más allá de las afinidades geopolíticas y ha tenido un impacto claro en la política doméstica. Muestra de ello es que hace unos meses el Gobierno ecuatoriano firmó unos acuerdos con el Fondo Monetario Internacional vinculando la obtención de créditos -por parte de los organismos financieros multilaterales- a la implementación de políticas de ajuste clásicas, con medidas como la liberalización de los contratos laborales, el recorte del gasto público, el despido de funcionarios del Estado y rebajas fiscales para las grandes empresas. Sin embargo, la gota que ha colmado el vaso ha sido la liberalización de los precios del combustible a inicios de la semana pasada, medida que supone un golpe terrible a la mayoría de las economías domésticas y a los pequeños negocios, pues todo el país depende del transporte terrestre privado.
Lo más llamativo de esta deriva neoliberal es que Lenín Moreno ganó las elecciones con un programa totalmente opuesto y nadie sabe si sus acciones ya estaban planeadas o si han sido fruto de la improvisación, del distanciamiento con Correa, o de la progresiva conexión con el nuevo polo conservador hoy hegemónico en la región.
En cualquier caso, la respuesta al 'gasolinazo' ha sido el estallido de protestas en muchos lugares del país, sobre todo en Quito y en la región andina. Unas protestas protagonizadas por colectivos populares urbanos a los cuales se les han sumado también comunidades indígenas. Frente a este levantamiento, el Gobierno ha respondido decretando el estado de excepción y con una contundente represión.
Para los conocedores de la historia reciente de Ecuador este episodio parece un 'déjà vu' que recuerda la década de 1996-2006 en la que el país sufrió una espiral de inestabilidad provocada por políticas neoliberales, protestas y presidentes fugaces. Con todo, el traslado del Gobierno de <strong>Lenín Moreno</strong> desde Quito a Guayaquil (segunda ciudad del país y de tradición más conservadora) es una incógnita. No sabemos si Moreno organiza su huida del país o si planea una deriva autoritaria basada en la represión. La presencia de tanques Cascavel EE-09 de fabricación brasileña en las calles de Quito no son un buen augurio.
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