Juguetes sexuales

Las amigas alborotadas

De pronto, las mujeres descubrimos nuestro placer. De pronto, somos expertas y dueñas de nosotras mismas (por primera vez en la historia)

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Care Santos

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Tengo a varias amigas alborotadas por la aparición en el mercado de un nuevo juguete sexual. De hecho, no es tan nuevo, el primero de su clase se patentó hace cinco años, pero es ahora cuando se ha hecho popular y lo está petando en tiendas reales y virtuales. Algunas de sus usuarias afirman que no quieren más hombres, porque ninguno es tan bueno, tan constante ni tan poco protestón. Otras recurren a la hipérbole para afirmar que es lo mejor que se han comprado en su vida. Hay una que lo va regalando por ahí. A mí me regaló uno ayer. No he tenido aún tiempo de probarlo.

El artilugio es pequeño, transportable y sumergible. Puede llevarse en el bolso. Se carga mediante USB y también se enchufa a la corriente. Una sola carga dura meses. Cualquiera podría pensar que todo esto ya estaba inventado, que el primer consolador se inventó en el siglo XIX y que desde entonces han sido muchas las generaciones que han conocido sus bondades. Pues no. La gracia del nuevo artilugio es, precisamente, lo que le diferencia de otros dispositivos. La más importante: no funciona por contacto. No está pensado para la penetración. El resultado: proporciona unos orgasmos sin competencia y en menos de un minuto. Es decir, se adapta a los tiempos que nos toca sufrir, en que todo el mundo quiere disfrutar de grandes experiencias pero nadie tiene tiempo para nada.

"Histeria femenina"

Aunque tal vez la mayor innovación del asunto es que no ha sido pensado por un hombre. O, por lo menos, no exclusivamente. El diseño del primer prototipo, que se patentó en 2014, lleva la firma del inventor americano Michael Lenke —propietario de más de un centenar de patentes— y de su esposa Brigitte. Fue ella, según han dicho, quien participó en los ensayos y quien le ayudó a perfeccionarlo.  Nunca antes había existido un juguete sexual que solo tuviera en cuenta el punto de vista de las mujeres.

Todo lo curaba el doctor Granville con duchas vaginales y su exclusivo vibrador

Tal vez el pionero del asunto, el médico también estadounidense Joseph Mortimer Granville, se enfadaría mucho conmigo si leyera lo anterior. Él fue el primero, podría decirme, y no sin razón, que pensó en sus pacientes cuando inventó el vibrador allá en los albores de la electricidad, en 1870. Lo utilizó con fines exclusivamente terapéuticos —aunque imagino que placenteros para ellas— para curar la llamada «histeria femenina», una enfermedad de mujeres que cursaba con muy variados síntomas, de las sudoraciones a la irritabilidad, pasando por desfallecimientos, taquicardias, insomnio o dolores de cabeza, entre otros. Es decir, que no sabemos si estaban menopáusicas, estresadas o salían de un resfriado, pero todo lo curaba el doctor Granville con duchas vaginales y su exclusivo electrodoméstico vibratorio.

Un misterio para los hombres

Si alguien está interesado en el asunto, le recomiendo que acuda a alguna de las funciones de 'L’habitació del costat', un texto teatral de Sarah Ruhl que la temporada pasada se estrenó en la Sala Villarroel con dirección de Julio Manrique, con un magnífico reparto y una estupenda Carlota Olcina en el papel principal, y que actualmente está de gira por Catalunya (próximas paradas: Cornellà, Sant Julià de Lòria, Granollers, Manacor, Manresa, Cardedeu i Vic). Trata de la invención del vibrador, sí, pero sobre todo aborda el absoluto desconocimiento que de la sexualidad femenina se tuvo a lo largo de los tiempos y del misterio que resultó para los hombres, incluso para los más cultos y abiertos de pensamiento.

Prefiero comprenderles que culparles. La sexualidad femenina es a menudo tan compleja que hasta a nosotras nos sorprende. Era más fácil inventarse todo tipo de tabús y prohibiciones que la oculten, la nieguen, la empobrezcan o la condenen que empeñarse a fondo en interpretarla. Y, por desgracia, todo esto aún es aplicable a muchos países del mundo. Aunque hay que saber que la ignorancia siempre trae consecuencias, y si los feminismos modernos han sido una revolución en muchos campos, en el de la sexualidad femenina han supuesto un viaje espacial. De pronto las mujeres descubrimos los trucos y las mentiras. Descubrimos nuestro placer, que puede darse en solitario (como el de ellos, ni más ni menos) y solo por el gusto de experimentarlo. De pronto, nosotras somos expertas y dueñas de nosotras mismas (por primera vez en la historia) y ellos tienen que espabilar y ganarse su sitio. Hemos aprendido a pronunciar un montón de palabras que ellos aún tantean: clítoris, vulva, orgasmo, 'squirting'… Y con tanta alegre novedad se presentan las 'influencers' y 'youtubers' de hoy día, inteligentes muchachas que, con el vibrador revolucionario en la mano, explican con pelos y señales sus ventajas a un ejército de seguidoras. Las veo y las escucho y no puedo dejar de pensar en lo que diría mi abuela si las conociera. Y no saben lo que celebro que mi hija haya nacido en esta época.

Y ahora les dejo, que tengo un cacharrito que probar.