La clave

Contra la tecnología, más tecnología

Destacamos los peligros del mundo digital y olvidamos su potencial emancipador

Ejemplares de 'Vigilancia permanente' a la venta en una librería de Cambridge, Massachusetts, este martes.

Ejemplares de 'Vigilancia permanente' a la venta en una librería de Cambridge, Massachusetts, este martes. / periodico

Albert Sáez

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La publicación del libro de Edward Snowden con el inquietante título de Vigilancia permanente alienta estos días las tradicionales teorías conspiratorias sobre los peligros de la civilización digital. En este debate, demasiado a menudo, se esgrimen muchos sobreentendidos que pocas veces se sustentan en datos y en evidencias. Las centrales de espionaje se han dedicado toda la vida a conocer secretos, es decir, aquello que alguien no quiere que se sepa. Y los periodistas intentamos desvelarlos si el interés general lo justifica. Que las centrales de inteligencia de todo el mundo usen la tecnología digital para espiar no debería sorprender a nadie. ¿Aumenta exponencialmente su capacidad de controlar secretos? Sí cuantitativamente, no cualitativamente. La mayor parte de nuestros datos circulan por las redes asociados a una dirección de conexión (IP) y a un navegador. De ahí, a convertir las direcciones IP en personas de carne y hueso, hay un trecho. Ciertamente que es necesario tomar conciencia de esa realidad: los usuarios, las leyes y los Estado deben hacerlo con urgencia.

Pero estos peligros potenciales no deberían hacernos perder de vista la capacidad emancipadora de la tecnología digital. Nos libera de algunas esclavitudes del espacio y del tiempo (desde el teletrabajo hasta la banca a distancia), nos deja libre una parte de la memoria a corto plazo (no debemos recordar los números de teléfono o de las cuentas corrientes ni las direcciones postales), nos ayuda a obtener información de fuentes diversas y no únicamente de las connotadas por nuestro entorno físico y cultural. Y lo cierto es que la mejor manera de controlar la tecnología no es huyendo de ella como pretenden algunos ayatolás sino precisamente usándola para dominarla. Cosas tan sencillas como ponernos un marcador del tiempo diario de utilización del móvil o señalando lo que nos llega a cualquier hora y en cualquier momento para leerlo cuando tengamos el tiempo necesario. La tecnología nos libera, también de la tecnología.