A pie de calle

El inicio de un nuevo curso universitario

Todos los estudios corroboran que la formación universitaria mejora las posibilidades de empleo, así como las posibilidades de acceder a un empleo de calidad

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Martí Casadesús

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Durante el mes de septiembre, cuando las universidades del sistema universitario catalán inauguran el nuevo curso, más de 40.000 nuevos estudiantes inician su experiencia universitaria. Sin embargo, ¿qué se encontrarán estos nuevos estudiantes?

En primer lugar, formarán parte de una comunidad de casi 270.000 estudiantes. El perfil es, obviamente, de jóvenes, y mayoritariamente mujeres (un 54%). Además, en continuo crecimiento: en los últimos cinco años las personas mayores de 16 años con educación universitaria han pasado en Catalunya de 1.119.100 a 1.441.000. Ahora bien, estos datos crecientes no esconden que el sistema todavía tiene que seguir mejorando en equidad, ya que mayoritariamente se trata de estudiantes de origen social medio y alto. Así, mientras según el EPA, el número de ocupados con trabajos elementales se ha mantenido desde el 2010 en torno al 10%, el porcentaje de jóvenes que en la preinscripción universitaria declaran que sus padres tienen trabajos no cualificados no llega al 5%. Sin embargo, se va en la buena dirección: el acceso a las universidades públicas de jóvenes con padres de entre 45 y 54 años únicamente con estudios primarios ha pasado de un 3,6% en 2003 al 7,1% en 2018. La equidad es un reto del cual el Gobierno de la Generalitat y las universidades son plenamente conscientes, y que ha sido calificado como prioritario tanto por la Unesco como por la OCDE.

En segundo lugar, los estudiantes universitarios se encontrarán, de promedio, con una dedicación a sus estudios de unas 36 horas semanales. Una dedicación que les permitirá, en general, satisfacer sus expectativas. Así, las personas tituladas que finalizaron los estudios el curso pasado valoraron con un promedio de 7 sobre 10 la formación recibida, y ocho de cada diez volverían a cursar los mismos estudios. En paralelo, el colectivo empleador también valora su formación en el mismo nivel, de manera que la formación en el sistema universitario catalán se puede considerar notable en términos generales. Notable, pero mejorable, por descontado.

Esfuerzo recompensado

En tercer lugar, y sin ánimo de desmotivar, existe el riesgo de abandono. A pesar de que ha disminuido en los últimos años, y de que depende mucho del grado que se curse, en las universidades presenciales, transcurridos seis años desde el inicio de los estudios, el porcentaje de titulados es del 63%; un 15% sigue estudiando, la mitad en un estudio diferente —probablemente debido a una selección errónea al inicio— y un 22% han abandonado el sistema universitario. Sin duda, el porcentaje de abandono es todavía demasiado elevado y comporta unos costes sociales y personales relevantes.

Eso sí, finalmente, los estudiantes verán recompensado su esfuerzo en forma de inserción laboral. El desempleo de las personas con formación universitaria en Catalunya era el 2014 del 11,5% y bajó al 6,4% en 2018. Este descenso se produjo a todos los niveles de formación, debido a la salida de la crisis, pero con un impacto muy distinto según el nivel de estudios alcanzados. De un 20,6% al 13,2% cuando era de bachillerato y del 34% al 20% si el nivel más alto era el de primaria. Todos los estudios que realizamos desde AQU Catalunya corroboran que la formación universitaria mejora las posibilidades de empleo, así como las posibilidades de acceder a un  de calidadpadres[empleo|ocupación]>

Sin duda un reto vital para todos los estudiantes que estos días empiezan la universidad, pero también un reto de país el de formar cada vez más y mejores profesionales.