El modelo territorial

El apagón federal

El autonomismo ha decepcionado a muchos más catalanes que a los estrictamente independentistas

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Jordi Mercader

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Los federalistas en su mayoría aceptaron como sucedáneo de la Federación Española una supuesta evolución federalizante del Estado de las Autonomías. Muchos se mantienen en el error, sin atender a la evidencia de que es una operación agotada tras el trato político y jurídico dispensado al Estatut de Catalunya aprobado por el Parlament en septiembre del 2005. 

El mutis de Pedro Sánchez es elocuente respecto de un proyecto federal, o como mínimo de una reforma constitucional para cambiar substantivamente el modelo territorial. Un día citó a la nación de naciones y la caverna se le echó encima, después se ha refugiado en la oferta de diálogo autonómico como toda alternativa a la secesión. El candidato del PSOE no puede ignorar que el autonomismo ha decepcionado a muchos más catalanes que a los estrictamente independentistas ni tampoco debería pensar que el nuevo Estatut que ofrece podrá reunir la mínima ambición que requiere el momento sin una reforma previa de la Constitución. 

El apagón federalista es una pésima noticia para enfrentar la actual situación catalana, cuando el secesionismo desnortado busca un nuevo plan y los defensores de la excluyente 'España Una' no tienen otra intención que fortalecer el muro constitucional para evitar el paso de los desafectos. Miquel Iceta les recuerda de vez en cuando a sus colegas que el PSOE y el PSC son por definición federalistas. Hace un par de semanas, en el Ateneo de Madrid, el primer secretario del PSC recuperó a Anselmo Carretero para subrayar el valor de la federación como fórmula idónea para armonizar la unión con la pluralidad nacional existente en España, a partir del reconocimiento de las soberanías compartidas, el pacto y la lealtad institucional.

En el 2013, cuando la tormenta independentista estaba tomando fuerza, el PSOE se fue a Granada para relanzar su alternativa federal, con mucho miedo a lo qué diría la derecha y con escaso sentido del márketing político. De federalismos hay más de uno, sin embargo el documento de los socialistas (reafirmado cuatro años después en Barcelona) parecía más un ejercicio de camuflaje a base de tecnicismos sobre la voluntariosa evolución de las CCAA para parecerse a comunidades federalizantes.

En Granada se salió del paso pero no fue el lanzamiento de un proyecto ilusionante, listo para competir con el independentismo a partir de la misma idea fuerte: un estado propio para Catalunya pero federado con el resto de pueblos de España; renunciando así al debate sobre las ventajas e inconvenientes de convertir Catalunya en una Massachussets o en una Lituania. 

El federalismo parecería ser cosa de viejos rockeros, pero el CEO registra casi un 25% de catalanes como tales. Federalistes d’Esquerres mantienen encendida la lucecita de la causa, sin entorno mediático favorable (TV-3 no ha encontrado, en dos años, un hueco para emitir el documental 'Federal', de Albert Solé) y batallando contra el apagón decretado por Sánchez, aunque eligiera al fundador de esta asociación, Manuel Cruz, como presidente del Senado.