análisis
Libia: cuando la guerra es negocio
El gobierno, puesto en su día por occidente, retiene el poder en Trípoli, mientras que en el Este, el general Haftar, controla un conglomerado de guerrillas y buena parte de los pozos de petróleo
Rafael Vilasanjuan
Periodista
Rafael Vilasanjuan
De Libia llegan migrantes. Llenan portadas cuando mueren ahogados intentando cruzar el Mediterráneo. A este otro lado escuchamos su tragedia, pero en cambio, se habla poco de la guerra. Para evitar que salgan, Europa financia a los guardacostas libios como si al otro lado no hubiera infierno, pero es una escala más en el mapa del caos ¿Afganistán, Yemen, Siria…? Cada país vive el drama a su manera y en Libia, hundida en una guerra civil que nadie quiere parar, el sufrimiento no es menor.
Todavía no sabemos muy bien porque la OTAN empezó. Lo que sabemos es que el conflicto lleva ocho años y que junto a la idea de acabar con Gadafi no había un plan de reconstrucción. El resultado es un país dividido en dos bandos, que cuando no se enfrentan de manera cruenta, mantienen el conflicto congelado. El gobierno, puesto en su día por occidente, retiene el poder en Trípoli, la capital; en el Este, el general Haftar, un disidente del ejército de Gadafi, controla un conglomerado de guerrillas y buena parte de los pozos de petróleo mejor colmados de toda la región. Con unas fronteras porosas dibujadas a escuadra en el desierto, la batalla entre unos y otros crea un vacío de poder por donde se cuelan además extremismos de todo tipo.
Papel mojado
A pesar de las acometidas de la guerrilla en la capital, ninguno de los bandos parece tener la clave para ganar, pero a ninguno le faltan armas para seguir. El embargo de la ONU es papel mojado en manos de todos los que hacen negocio. Al general rebelde le llegan armas de Rusia, del golfo y de Egipto; al gobierno le vende armas Turquía y utiliza los recursos que recibe de la Unión Europea y EEUU, supuestamente para combatir a radicales islámicos. Compañías italianas, francesas y chinas hacen el resto a cambio del petróleo. Libia es un polvorín con implicaciones globales. Aunque en los pasillos de la Asamblea General de la ONU que empieza este lunes se hablará, cuando todos hacen negocio es más difícil un acuerdo de paz. Por eso sigue la guerra.
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