Análisis

La unidad se manifiesta

La unidad independentista se invoca tanto que ella al final se acaba manifestando. Así, año tras año, vemos que pasa básicamente en la calle pero que no se practica, especialmente ni en las instituciones ni en la vida política

Manifestación de la Diada del 2019

Manifestación de la Diada del 2019 / ROBERT RAMOS

Toni Aira

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La unidad independentista se invoca tanto que ella al final se acaba manifestando. Así, año tras año, desde hace ya unos cuantos, vemos que esto pasa básicamente en la calle pero que no se practica, especialmente ni en las instituciones ni en la vida política. Problema: pasadas las 'Diadas', el espíritu unitario que se manifiesta modélicamente y masivamente cada Onze de Setembre es menos sinónimo de nada práctico y pierde fuerza. Quizá porque a cada interpelación desatendida por los partidos independentistas, más relegado a simbólico dejan el papel de la muchísima gente que a pesar de todo persiste estoicamente en salir a la calle y mostrar un músculo soberanista que sin duda está ahí, pero que no empuja la acción política como quisieran las asociaciones y como los políticos aseguran que pasa, pero no.

El éxito de convocatoria es innegable. Cifras aparte (como cada año), salta a la vista que es impresionante y que está al alcance de muy pocas causas políticas más en nuestro entorno. Con todo, el independentismo debe interrogarse urgentemente si no es probable que aquellas manifestaciones que antes eran sinónimo de fuerza y de impulso hayan terminado reconvirtiéndose en espejismos de armonía y en momentos puntuales de representación festiva de una  unidad que el resto del año no se ve por ninguna parte.

Este 11-S se han vuelto a escuchar desde la tribuna de oradores, para cerrar la manifestación, apelaciones a "aparcar las diferencias". "Como se hizo el 1-O para defender el derecho a la autodeterminación", dijo enfático el actor David Bagés. Mientras tanto, todo el mundo ve que los partidos independentistas han decidido hacer lo contrario: aparcar el derecho a la autodeterminación para defender sus diferencias. La distancia entre desideratum y praxis es tan sideral que se diría que los mismos representantes que aseguran defender la causa son sus más metódicos agentes desactivadores. Y la gente esto lo ve. La misma gente que la ANC y Òmnium defiende que "nunca falla" y junto a la que reclaman qué quieren a los políticos.  El contraste dibuja unos partidos independentistas que básicamente quieren esa gente a su lado, en las calles y en las urnas.

Los contundentes discursos que se han hecho en la Diada me recordaron en algún tramo aquel célebre "ustedes que pueden, dialoguen por favor" que la periodista Gemma Nierga pidió a los políticos españoles en la manifestación por el asesinato de Ernest Lluch. El clamor de la sociedad civil movilizada en clave independentista parecía dirigido, con este punto de indignación y de súplica, a sus representantes.  Un clamor para hacer que, para empezar, dialoguen de verdad entre ellos.

Y es que, ciertamente, lo primero que deberían tener claro los partidos independentistas, si finalmente y contra todo pronóstico deciden actuar con unidad estratégica, es para qué la practicarán aparte de invocarla retóricamente hasta la extenuación.