A pie de calle
Pensiones y milagros
No adoptar ninguna medida urgente implicará una brecha cada vez mayor entre lo pagado y lo recaudado, con el consiguiente aumento del déficit de las cuentas públicas
Rafael Sambola
Economista y profesor de EADA Business School.
Rafael Sambola
Desde hace algunos años se ha generado un gran debate sobre nuestras pensiones. Por una parte los afectados, en desacuerdo con cualquier tipo de reforma que implique una pérdida de poder adquisitivo. Por otra, los organismos internacionales y nacionales reclamando aplicar reformas urgentes para asegurar su viabilidad futura. Y finalmente, algunos políticos cuyo punto de vista cambia y guarda relación directa con la cercanía a las elecciones.
Nuestro sistema público de pensiones es contributivo, obligatorio y de reparto: lo que se recauda en cotizaciones este mismo año sirve para pagar las prestaciones de los pensionistas. Por tanto, es significativo alcanzar un equilibrio razonable entre población activa y pensionistas. Lo cierto es que esta proporción tiende a quebrarse mientras el gasto va aumentando sin limitación, a pesar del buen comportamiento de nuestra economía.
El lector lleva preguntándose desde hace tiempo si está en riesgo el sistema público de pensiones. Seré positivo y mi opinión es que no lo está. Ahora bien, no adoptar ninguna medida urgente implicará una brecha cada vez mayor entre lo pagado y lo recaudado, con el consiguiente aumento del déficit de las cuentas públicas. Cuando esto sucede quedan pocas alternativas para dar solución al problema. La primera, pedir más financiación para pagarlo con el consiguiente coste añadido y nuestra deuda es casi insostenible. La segunda, disminuir otros gastos corrientes que aparecen en los Presupuestos, si no queremos romper la barrera del déficit que nos impone Europa. En este escenario su impacto social no sería nada deseable. Y una tercera opción pasaría por subir los impuestos. Su efecto colateral implicaría una pérdida de poder adquisitivo de los ciudadanos, una caída de los consumos de bienes y servicios y como resultado final, un aumento del paro.
Por este motivo, adquiere gran importancia que el ciudadano perciba que no existen milagros, ni decisiones fáciles y que este deberá poner mucho de su parte. Solo puedo realizar tres recomendaciones. Uno: insistir en no retrasar más el debate y las reformas para instaurar un nuevo modelo de pensiones. Estas deben ser consensuadas y aprobadas como definitivas por todas las fuerzas políticas. Las reformas y contrareformas del pasado tan solo han mermado la credibilidad y la reputación de nuestro sistema. Dos: el ciudadano debe estar periódicamente informado y debe recibir una notificación anual de sus aportaciones a la Seguridad Social, conjuntamente con las contribuciones realizadas por su empresa. Asimismo habría que adjuntarle diferentes escenarios de cómo quedaría su pensión al finalizar su vida laboral. Tres: es necesario fomentar y mejorar las tasas de ahorro de los hogares. La etapa de pensionista se inicia irremediablemente con una rebaja de los ingresos, mientras que sus gastos corrientes tienden a mantenerse. Tan solo el ahorro podrá cubrir este gap. Aquí tampoco hay milagros.
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