Hacerse un Britney

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Lucía Lijtamaer

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Durante la última década se ha popularizado la frase "si Britney sobrevivió a 2007, tú puedes superar el día de hoy", en tazas, camisetas y memes por doquier. Y lo cierto es que Britney Spears lo tuvo crudo ese año, con batallas legales, custodias, raparse a la vista de todos y demás mandanga.

Lo que se suele comentar menos es por qué tuvimos acceso en primera fila y en directo a su peor momento. Y, ojo, no estuvo sola. Por aquella época, con la popularización de las webs de cotilleo y prensa online, fuimos testigo de un acoso inédito a las mujeres jóvenes del mundo de la farándula. Pensemos en Amy Winehouse, Lindsay Lohan, Lilly Allen. Sus cuerpos, sus adicciones y sus problemas mentales eran pasto del escrutinio constante, con una industria del entretenimiento dispuesta a dar carnaza día tras día.

'Jawline', un nuevo documental,  trata de forma algo escalofriante la fama en las redes

El acceso al famoso cambió de paradigma en esos años. Tras la muerte de Winehouse, en 2011, el tono y la industria había cambiado completamente. El estado de California aprobó leyes para restringir a los 'paparazzi', las revistas no publican fotos no autorizadas de menores, y sobre todo, hay una nueva categoría de famoso, como las Kardashians y que venden lo suficiente como para que perseguir a cantantes como Winehouse y Spears ya no valga la pena.

La transformación fue total, y, por supuesto, la popularización de las redes sociales tuvo que ver. Se dieron, a la vez, dos movimientos centrífugos, dos huracanes. Una serie de gente se alejó del ojo, mientras toda una nueva generación aprendía que podía ser famosa con solo aparecer en redes y currárselo un poco, claro está. Llegaron las estrellas de Youtube, de Instagram, de YouNow, de TikTok.

De todo eso habla 'Jawline', un nuevo documental que trata de manera algo escalofriante la fama en las redes, el público adolescente, y la rapidez del consumo al que nos hemos acostumbrado. Llegan ya, piezas audiovisuales con personas cuya vida puede ser recordada enteramente en digital, dónde todo está grabado, y, por tanto, es imborrable, e inolvidable. Donde todos pueden hacerse un Britney, como en 2007, y medir su resultado.