La encrucijada británica

La última oportunidad de Corbyn

El líder laborista reclama ahora un nuevo referéndum para el 'brexit' pero parece que llega tarde

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Carlos Carnicero Urabayen

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Bienvenida sea la nueva posición de Corbyn, pensarán muchos británicos que viven impotentes el secuestro de su país, inmerso en la locura del 'brexit'. Ante este eterno día de la marmota, un me marcho pero me quedo, que parece no conducir a nada pero mantiene intacto su potencial explosivo, los laboristas deciden ahora pedir un nuevo referéndum y apostar por la permanencia en la UE. Es tarde, pero quizás puedan cambiar la suerte de su país.

Revisemos algunos datos de lo ocurrido en los últimos tres años. El referéndum del 2016 fue ganado por la mínima. La artillería de la que se valieron los partidarios del divorcio es conocida: mentiras, como que el Reino Unido se ahorraría 350 millones de libras a la semana para sanidad; omisión de grandes problemas, como que la frontera de Irlanda podría reavivar la violencia en un felizmente resuelto conflicto político; y fantasías de todo tipo, como la firma de acuerdos comerciales con los grandes países del mundo de la noche a la mañana.

De aquella consulta democrática salió un gobierno impotente que no podía cumplir con el mandato popular porque había estado basado en engaños. Theresa May intentó aprobar un acuerdo responsable, que garantizaba una salida ordenada, pero fue boicoteada por los más incendiarios partidarios de la separación porque el texto dejaba en evidencia que muchas de sus promesas no verían nunca luz. La tierra mágica del 'brexit' no existe; solo late en algunos corazones aguerridos que viven confundidos en la nostalgia.

La hora de Johnson

Tras la caída de May, Boris Johnson aparece ahora como el gran salvador. Será previsiblemente primer ministro en los próximos días tras una consulta en la que solo pueden votar los poco más de 150.000 militantes del Partido Conservador. Johnson les ha asegurado que no le temblará el pulso el 31 de octubre para sacar a su país de la UE por las malas si no obtiene todo lo que ha prometido.

El exalcalde de Londres deberá fidelidad a unas bases envejecidas, mayoritariamente situadas en Londres y el sur de Inglaterra y absolutamente fanatizadas. En una consulta celebrada por YouGov hace semanas, el 63% afirmó que estaría dispuesto a soportar la separación de Escocia para lograr el 'brexit'. El 59% aceptaría perder a Irlanda del Norte por el camino y un 54% no parpadeó ante la posibilidad de que el Partido Conservador desapareciera con tal de que el 'brexit' sucediera.

El laborismo llega tarde para frenar esta ola fanática. No hizo todo lo que pudo en la campaña del 2016, entre otras cosas porque su líder, Corbyn, nunca creyó realmente en Europa. Incluso se fue unos días de vacaciones antes del voto más importante que ha tenido su país desde la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces, el laborismo ha ensayado un lenguaje ambiguo, como si se pudiera pasar de puntillas por un asunto nuclear para el futuro del país, pero lo ha pagado en las urnas. Frente al imprevisible Johnson, Corbyn tiene ahora su última oportunidad.