Análisis
Foment, Pimec y la Cambra de Comerç
Las entidades empresariales deberían dejar la política para los políticos
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
La designación de los seis vocales representantes de las patronales en la Cambra de Comerç de Barcelona, ha motivado <strong>un nuevo desencuentro entre Pimec y Foment</strong>. Ello, pese a que la incidencia real de dichos vocales en la Cámara será poco más que simbólica, dada la mayoría absoluta de 'Eines de País'.
Las diferencias entre asociaciones empresariales son recurrentes y, en circunstancias normales, no se les debería otorgar mayor trascendencia. Pero en la Catalunya de nuestros días sí tienen su importancia y, a su vez, constituyen un ejemplo paradigmático del camino hacia no se sabe dónde que hemos emprendido como país. Tres son los rasgos preocupantes.
De una parte, la politización de un empresariado que se halla tanto o más fracturado que la misma política. Lo venimos de comprobar en las recientes elecciones a la Cambra, donde la candidatura ganadora hace de la independencia de Catalunya su primer objetivo.
De otra, el creciente exaltamiento de la pequeña empresa. Sin duda, el empresario familiar merece todo el reconocimiento, y en él recaen algunas de las virtudes más propias del buen capitalismo. Pero una cultura a favor de las pymes no es en absoluto incompatible con el reconocimiento a la gran empresa. En un país de raíces románticas como el nuestro, parece como si la pequeña, o micro, empresa viniese a encarnar la esencia más propia de Catalunya como viene a suceder, en otros ámbitos, con el Barça o Montserrat.
Finalmente, y consecuencia de las dinámicas señaladas, el rechazo de la gran empresa. Una actitud que viene de lejos y que ha adquirido consistencia con la salida masiva de sedes empresariales. Tal como recordaba el presidente de Foment, Josep Sánchez Llibre, ninguna compañía se mudó por capricho. Sin embargo, se va conformando una lectura que viene a tildar de cuasi traidoras a dichas empresas, y a minusvalorar las consecuencias de su salida. Y esta no fue una posición exclusiva de 'Eines de País' en las recientes elecciones a la Cambra. En menor medida, la candidatura de Enric Crous, auspiciada por Pimec y Femcat, también lanzó mensajes en esta línea.
Solo faltaba que el <strong>Col.legi d'Economistes</strong> señalara que la salida de empresas no tiene consecuencias para nuestra economía. Si bien los indicadores económicos no muestran una caída notable de actividad, estos tienden a situarse en la media española cuando, tradicionalmente, Catalunya se situaba entre las dos o tres comunidades más dinámicas. Pero lo relevante es que los efectos de las salidas se manifiestan a medio y largo plazo. Y lo peocupante es que, de manifestarse, son muy difícilmente reversibles.
Aparte del dominio de la aritmética, de un economista de prestigio se espera que identifique aquellas tendencias que, sin ser visibles, conforman nuestro mañana. Y, hoy, es indiscutible que en Catalunya <strong>hemos perdido poder económico</strong>. Y que dicha merma conlleva pérdida de relevancia y actividad económica en un futuro. ¿Y si las entidades empresariales dejasen la política para los políticos?
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