Las músicas del alma

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Xavier Bru de Sala

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Hay dos tipos de programadores. Los que viven de interpretar los gustos del públicos y los que dictan el gusto a su público. Los primeros tienen un gran mérito profesional.

Para triunfar, o no sucumbir en un mercado tan competitivo donde se suelen mover cifras considerables, debe disponerse de un talento especial. Muchos contactos y mucha agenda para combinar indiscutibles cabezas de cartel con un relleno de calidad que no desdiga mucho. Las marcas consolidadas, como el Primavera Sound, que prueba suerte en Los Ángeles, son indicio de unos futuros superperados que someterán a los menores con la exclusiva de los grandes nombres.

No es fácil organizar un Doctor Music o tratar de competir con el Rock Fest Barcelona de Can Zam, sin olvidar los Jardins de Pedralbes, probar suerte con el Barcelona Beach Festival, el Minipop de Tarragona y tantos otros. El público comparte unos gustos prederminados, quiere experiencias gratificantes, salir de marcha, moverse, consumo de todo sin restricciones. El público es servido por la tipología más abundante de programadores.

Ibercamera y el Taller de Músics representan otra Barcelona, la creativa, la persistente vocación de faro

Para diferenciarse de la molicie, el BAM, que no es privado, propone y muestra novedades. Faltaría más. Sin embargo, en el mundo privado subsiste, aunque no sabemos hasta cuando porque el entorno es hostil o indiferente, un perfil de programadores que educan al público a partir de un pacto de confianza hacia su criterio. Cada uno en su terreno, Ibercamera y el Taller de Músics representan otra Barcelona, la creativa, la singular, la persistente vocación de faro. Existe música superficial de piel y esqueleto, música para las neuronas, y músicas del alma. Años atrás, Ibercamera nos dio a conocer la gran pianista Maria Joao Pires. Ahora mismo, Ciudad flamenco del Taller nos ha llevado a descubrir al guitarrista Antonio Rey.

Prodigio, comunión, profundidades a las que sólo se llega con virtuosismo y pasión... A contraviento y a contracorriente, la magia de la revelación aún persiste.