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La compleja acogida de menores

El caso de Rubí es un ejemplo de todo lo que puede hacerse mal. La mala gestión provoca problemas de convivencia

Pancarta a favor de la acogida de los 'menas' en Rubí.

Pancarta a favor de la acogida de los 'menas' en Rubí. / ANNA MAS

La llegada de menores no acompañados ('mena') ha tensado las costuras de un sistema que ya arrastraba graves carencias. Son muchas las voces que durante años alertaron de la saturación de centros y servicios de la Direcció General d’Atenció a la Infància i Adolescència (DGAIA). Ahora, la situación se ha desbordado. La presencia de menores durmiendo en comisarías fue la imagen icónica de la falta de previsión. Urgen soluciones, pero la política de parches, lejos de contribuir a crearlas, solo provoca nuevos conflictos.

El caso de Rubí es un ejemplo de todo lo que puede hacerse mal. Desde vecinos que se enteran por rumores de que un hotel en desuso va a convertirse en un centro de acogida para 80 menores extranjeros, a una alcaldesa que asegura no haber sido informada del proyecto hasta que la decisión estuvo tomada por la Generalitat. A partir de aquí, un sinfín de despropósitos causados por el desconocimiento, la desconfianza y las acusaciones cruzadas. El temor y los prejuicios han motivado que vecinos se manifestaran en contra de la llegada de los jóvenes. Su negativa fue tachada de racista por diversas oenegés. La acogida de menores no admite claudicaciones, pero tampoco puede ignorarse que la mala gestión provoca problemas de convivencia. El tema es complejo, más aún si los recursos son limitados. Solo hay un camino para la acogida: la coordinación leal entre administraciones y la búsqueda de consensos entre entidades vecinales y oenegés que faciliten la integración.