Elecciones municipales

La importancia del factor sorpresa

Las lealtades de voto han decaído aún más y el tradicional voto dual puede dar paso a otro voto de mensajes repartidos

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Toni Aira

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La vida como un videoclip. Plano, cambio, plano, cambio, a toda velocidad. O como la serie del momento, 'Juego de Tronos', que la amarás o la odiarás, pero que, seguro, te sorprenderá. Somos adictos a un ritmo de los acontecimientos que, para mantenernos ahí enganchados y para captar nuestra dispersa atención, en medio de tanto móvil y de estímulo audiovisual, provoca cambios de rasante cada vez con más frecuencia. Los partidos que triunfan son los que más se han adaptado a esta cruda realidad. Y una parte de los votantes se han aficionado a devolver las sorpresas en las urnas. Estas elecciones municipales pueden ser otro botón de muestra.

Hace ya unos años, cuando el bipartidismo campaba a sus anchas tanto en España como en Catalunya, es decir, allá por el pleistoceno político ya, el voto dual describía un comportamiento de una parte del electorado que repartía su favor entre 'los unos' y 'los otros' en función de unos criterios de compensación que han pasado bastante a la historia; de hecho, como casi todo. Ahora, el miedo al cambio constante ha ido claramente a la baja, y las lealtades de voto han decaído aún más, en parte porque los partidos ya no son lo que eran y en parte porque un cortoplacismo generalizado incentiva la dinámica premio-castigo de los electores. Es por eso que en las elecciones municipales y europeas del 26-M podemos volver a tener sorpresas, como las hubo en las andaluzas o en las últimas generales.

Una parte de la ciudadanía se ha aficionado a mantener el suspense, a mentir en las encuestas o a cambiar de opinión a última hora. ¿Quién nos asegura que eso no pasará por ejemplo en una elecciones al Ayuntamiento de Barcelona donde las encuestas nos dan como inevitable que la cosa vaya de Colau o MaragallColau o Maragall? Porque si la precampaña se le hizo claramente larga al candidato de Ciudadanos, Manuel Valls, parece obvio que ahora la campaña oficial podría hacerse cuesta arriba para más de un candidato favorito, e impulsar a alguno que partía con pocas opciones.

El debate en Betevé entre los cabezas de lista apuntó en esa dirección. Un síntoma: Ada Colau tuvo especiales choques con Jaume Collboni y con Elsa Artadi. Lo que apunta, claro, que la posible recuperación de los socialistas le amenaza el primer puesto, a la vez que entiende que una remontada de Junts per Catalunya podría hacer lo propio con la Esquerra de Ernest Maragall. Nada está escrito y los ciudadanos se están aficionando a llevar a las urnas aquella máxima que en los cónclaves para elegir Sumo Pontífice en el Vaticano advierte que ahí “quien entra Papa sale cardenal”.

No se recuerda lo suficiente que Pedro Sánchez, antes de convocar elecciones por sorpresa al caer sus presupuestos, era objeto de duras críticas y de perspectivas difusas en el horizonte. Convocatoria, campaña relámpago y ganó bien. Los riesgos de su alternativa tripartita de derechas era clara y no dejó tiempo a que cuajara. Ahora, a las municipales, el respetable llega exhausto de ciclo electoral. Y puede jugar a repartir mensajes, en clave interna y externa, con las europeas. Habrá sorpresas.