Al contrataque

Bestias de dos patas

Una manera de medir los niveles de crueldad a que podemos llegar los seres humanos es la forma en que tratamos a los animales

Carles Francino

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Darío Sztajnszrajber es un filósofo argentino con estatus de estrella de rock -al menos por el número de seguidores- que acaba de publicar un libro con 11 frases fundamentales de la filosofía. Entre otras clásicas como el “Pienso, luego existo” de Descartes o el “Dios ha muerto” de Niestzche, se me aparece la máxima que Thomas Hobbes popularizó en 'El Leviatán': “El hombre es un lobo para el hombre”. Y me quedo pensando que sí, que se acumulan demasiadas evidencias como para negarlo; pero resulta que además una manera de medir los niveles de crueldad a que podemos llegar los seres humanos es precisamente la forma en que tratamos a los animales, sean lobos o no.

El otro día una jueza de Canarias autorizó la presencia de una perra en el juicio contra el tipo que la metió en una maleta y la arrojó al contendedor de basuras, pensando –o eso dijo en su defensa- que estaba muerta. Arrepentimiento: cero. Le auguro una temporada a la sombra. Afortunadamente la perra hizo honor a su nombre, Milagros, sobrevivió gracias a la ayuda de unos vecinos que la oyeron gemir; pasó por el veterinario, por un albergue, la adoptaron y hoy vive tranquila en su hogar de acogida. Final relativamente feliz.

Menos suerte tuvo otro chucho que la semana pasada también se hizo tristemente famoso por un video. Las imágenes, captadas por una cámara de seguridad en plena calle, en un pueblo de La Rioja, estremecen por la fría tranquilidad con que actúa el agresor: cruza de acera con el animal en brazos, la emprende a golpes hasta matarlo, le mete en el contenedor y cierra la tapa; como si se tratara de una bolsa de desperdicios. Reciclaje animal. En todos los sentidos. Por desgracia para él, ha quedado constancia de la barbarie y también se enfrenta a una pena que podría superar el año de cárcel.

No son casos aislados. España es el peor país europeo en maltrato animal, con más de 150.000 abandonos cada año y algunos episodios de violencia escalofriantes. Es verdad que hay mayor conciencia, que se denuncia más y que algún desaprensivo ya dio con sus huesos en prisión; como aquel que mató a palos a un caballo de trote porque le había fallado en la carrera. Pero el retrato general continúa siendo lamentable. Nunca olvidaré los sentimientos que me asaltaron al visitar la Protectora de Tarragona donde 15 perros aparecieron muertos y mutilados en noviembre de 2001. El escándalo y la alarma social fueron enormes; en TV-3 emitimos un especial titulado 'Pobres bèsties', que cosechó grandes elogios y mucha audiencia... pero casi 20 años después las cosas no han cambiado tanto. Las peores bestias -en todos los aspectos- continúan siendo las de dos patas. Y sigue valiendo aquella reflexión de Diógenes, que dice: “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”.