A pie de calle

Marcelo Bielsa y la dificultad del 'fair play'

El deporte moderno desalienta cada vez más el fair play y la gloria del deportista ejemplar. De ahí, el valor del gesto de Bielsa al ordenar a su equipo que se dejara marcar un gol

Marcelo Bielsa chilla a sus jugadores durante el Leeds-Aston Villa.

Marcelo Bielsa chilla a sus jugadores durante el Leeds-Aston Villa. / periodico

José Luis Pérez Triviño

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Hace tres años, en el triatlón de la ciudad mexicana de Cozumel, Alistair Brownlee ayudaba a llegar a la meta a su exhausto hermano Jonathan, quien, a pocos metros del final, caía desmayado por un golpe de calor. Las imágenes dieron la vuelta al mundo despertando una ola de adhesión por la emotiva actuación de Alistair, quien se sacrificaba virtuosamente por su hermano en detrimento de obtener un mejor resultado.

En los Juegos Olímpicos de Berlín, conocidos como los juegos de Hitler, el saltador alemán Luz Long lideraba la prueba de triple salto. Mientras tanto, Jesse Owens, el atleta estadounidense negro, que había ganado dos medallas de oro en 100 y 200 metros,  fallaba todos sus saltos. Uno de los motivos era el enfado provocado por el hecho de que Hitler le retirara el saludo por sus victorias. Long, que estaba a punto de ganar con un salto de 7,86 metros, ayudó a Owens corrigiéndole su carrera, aunque era consciente de que con ello corría el riesgo de perder la prueba. Cosa que finalmente acabó sucediendo cuando Owens saltó en su último intento 8,06 metros.

El pasado fin de semana fuimos testigos de otro comportamiento digno de elogio. Marcelo Bielsa, el extravagante entrenador argentino de Leeds, en el partido ante el Aston Villa ordenó a sus jugadores que se dejaran marcar un gol en compensación de que su equipo se hubiera adelantado en el marcador aprovechándose de la lesión de un rival. 

Aunque los tres ejemplos tengan un halo de similitud, solo los dos últimos merecen calificarse de actos propios del fair play, un valor que se predica del deporte pero que cada vez es más infrecuente verlo en los terrenos de juego. Aunque esta expresión dista mucho de tener un significado claro, podemos acudir a Séneca para caracterizar uno de sus rasgos. Decía el filósofo de origen cordobés que la adversidad es ocasión para la virtud, porque es fácil proclamar en abstracto la bondad, como también apenas tiene costes presumir de altruismo o virtud cuando el acto que se realiza no genera un perjuicio en la propia persona o cuando colateralmente obtenemos un beneficio. 

El fair play es algo digno de ser alabado porque supone una actuación en beneficio de otros en situaciones que generan un detrimento en la propia persona, en los intereses o expectativas propias. Long perdió la oportunidad de ganar una medalla de oro, mientras que Bielsa dejaba pasar la oportunidad de ganar el partido y mantener las esperanzas de ascender directamente de categoría. Este punto de vista impersonal en la ayuda es precisamente lo que demostraron ambos al no mirar a quien beneficiaba su acción. Pero, ¿pensaba en esto Alistair Brownlee cuando ayudaba a su hermano? ¿Habría prestado su ayuda a Fernando Alarza, el triatleta español que hubiera desbancado a su hermano del subcampeonato sin la supuesta asistencia virtuosa? 

Pero cada vez es más complicado ser un deportista que honre el fair play en situaciones como las descritas, pues aquel no solo debe renunciar a años de intenso sacrificio, sino que en muchas ocasiones, también a suculentos ingresos económicos o sufrir la presión del club o del país al que se representa. Y es que el deporte moderno desalienta cada vez más el fair play y la gloria del deportista ejemplar. De ahí, el valor del gesto de Bielsa.