Teléfonos en el teatro

El móvil inmóvil

Me alegra saber que en un teatro de Nueva York se ha tomado la drástica medida de encarcelar los móviles con una funda aislante

Adolescentes con sus teléfonos móviles.

Adolescentes con sus teléfonos móviles. / periodico

Josep Maria Pou

Josep Maria Pou

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Ya sé que con la que está cayendo más de uno pensará: “¿A qué viene ocuparse ahora del chocolate del loro? ¿No hay temas más importantes?”. Haberlos haylos, claro. Otra cosa es que yo tenga ganas de meterme en ellos.

Y es que una vez superadas las elecciones, salidos más o menos indemnes de una campaña tan marrullera como todas pero más trolera que ninguna, y con la satisfacción (la mía, al menos) de un resultado que deja claro que este es un país con ansia de progreso y contrario a la regresión, en el que la mayoría de ciudadanos tienen más sentido común que algunos de sus líderes políticos, un colectivo, dicho sea de paso, con bastantes más sátrapas que felones, una vez constatado todo esto, digo, y con la amenaza de otra campaña electoral inmediata, lo que me apetece es airearme y airearles, aparcar por un momento los grandes temas y poner el foco en algo más pequeño, sencillo y cotidiano.

¿Y qué más cotidiano que el móvil? En lo personal, un aliado. En lo profesional (como actor, en plena representación), el enemigo a abatir. Por eso me alegra saber que en un teatro de Nueva York se ha tomado la drástica medida de encarcelarlos. Me cuentan que al llegar al teatro, los acomodadores te invitan a deslizar tu móvil en una funda aislante que inhibe tonos y pantallas impertinentes y que, para mayor efectividad, se bloquea con un cierre (del tipo de los que alertan del robo de prendas en las tiendas) que solo puede ser liberado por unas máquinas habilitadas al efecto en el vestíbulo. El móvil permanece contigo, en tu bolso o bolsillo, a lo largo de toda la función, pero a salvo de llamadas entrantes, mensajes, fotos, vídeos y consultas compulsivas. Mudo, ciego, inmóvil. En el trullo.

He dicho antes que me alegra la noticia, pero rectifico: prefiero decir que me inquieta. No quiero sentirme en un teatro, espacio libre donde los haya, como en libertad vigilada. No. Prefiero seguir dejando la solución del problema -que lo es- a la buena educación, al sentido común y al respeto a los demás. Como en todo.