Anfield no es Roma

El Barça está más que avisado: por el recuerdo del pasado y por el gran nivel del equipo de Klopp

Klopp da instrucciones a sus jugadores en el Camp Nou ante Valverde.

Klopp da instrucciones a sus jugadores en el Camp Nou ante Valverde. / periodico

Axel Torres

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Que Roma sucediera dificulta que Roma vuelva a suceder. Lo del Olímpico, en un campo menos temible que Anfield y ante un rival de menor nivel que el Liverpool, sólo se puede explicar a partir de la imposibilidad de la debacle.

Que el Liverpool jugara tan bien en el Camp Nou es una buena noticia para el equipo azulgrana. Multiplica su estado de alerta

Cuando una final se afronta inconscientemente como un trámite, por mucha ventaja que se tenga, cualquier primera concesión es capaz de resucitar a un muerto. En este sentido, que los de Klopp ofrecieran una imagen magnífica en el Camp Nou y que todo el mundo asumiera que el resultado fue exagerado es una buena noticia para el conjunto de Valverde: multiplica el estado de alerta e impide cualquier tipo de relajación.

E incluso el tan criticado conservadurismo azulgrana puede ofrecer una lectura positiva. El Liverpool es un conjunto que disfruta y asesina cuando puede correr, pero que genera menos en contextos en los que se ve obligado a abrir huecos y encontrar los espacios.

La astucia de Valverde

 Se interpretó el repliegue del Barça en el segundo tiempo como un signo de debilidad, pero démosle su valor estratégico: si Ernesto Valverde fue capaz de ordenar un planteamiento de espera y cerrojo en su propia casa y con un ajustado 1-0 en el marcador, queda claro que sitúa lo que considera más adecuado muy por encima del "qué dirán". Sin complejos. Sabe que la batalla de la comparación histórica estilística la tiene perdida, pero la Champions sí que la quiere ganar. No es poca cosa.

Resulta sorprendente que el técnico del Barça sea más criticado que Klopp, quien tomó decisiones erróneas

En realidad resulta sorprendente que Valverde haya sido el entrenador más criticado tras el partido del miércoles. Es cierto que el Liverpool nos sorprendió con su volumen de posesión y su buen manejo en el segundo tiempo, pero si analizamos las decisiones concretas de su técnico en la elección del once nos daremos cuenta de que tuvieron bastante incidencia en el marcador final.

Cambios sin éxito

Con Firmino lesionado, Klopp optó por adelantar a Wijnaldum y situarlo en una posición casi de falso nueve. Lamenta el cuadro inglés su falta de acierto ante la portería rival, pero en cierto modo es lógico tener menos pegada cuando se sustituye a un delantero centro por un centrocampista y se le ubica en la zona más cercana al área oponente.

Tenía la opción de Origi y se la guardó como revulsivo. Y, más allá del sobrenatural Messi, el jugador de campo más destacado del Barça en todas las crónicas fue Jordi Alba, que entregó una asistencia formidable en el 1-0 de Suárez. Klopp decidió sustituir a su lateral derecho habitual, Trent Alexander-Arnold, por Joe Gómez, un central reconvertido, pensando que ganaría solidez.

No fue así: Alba brilló tanto como de costumbre y el Liverpool echó de menos la proyección de un carrilero más profundo. Valverde, en cambio, decidió poblar las bandas defendiendo en 4-4-2 y entregó la superioridad numérica en la medular. Un sacrilegio en la doctrina culé, pero pretendido y muy estudiado: sabía que allí el Liverpool daba menos miedo. Sabiendo que será criticado tanto si gana como si pierde, Valverde prefiere que le digan que chirría en el banquillo azulgrana mientras camina hacia el triplete.