EL MAPA ELECTORAL

El voto paradójico

Las mantas arden, el agua apaga el fuego. ¿Verdad? De todas las trampas al servicio del diablo, el sentido común es la más exitosa

Elecciones. Colas para votar en el colegio Ausiàs March de Les Corts

Elecciones. Colas para votar en el colegio Ausiàs March de Les Corts / periodico

JUAN SOTO IVARS

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Estas elecciones traen una divertida paradoja: el electorado más enfadado con el independentismo será el que lo sostenga. Dicho de otra forma: quienes más sufren por la unidad de España habrán votado a los partidos por los que el independentismo ha hecho una campaña activa. Un voto inducido por la psicología inversa o el señuelo: aquí está la cocina en llamas y aquí tienes un balde de agua y una manta. Las mantas arden, el agua apaga el fuego. ¿Verdad? De todas las trampas al servicio del diablo, el sentido común es la más exitosa.

El sentido común plantea equivocadamente como una batalla el problema territorial en España. Hay partidos que proponen derrotar al independentismo persiguiéndolo, lo que no tiene el menor sentido: en Catalunya se vota distinto al resto de España y las sucesivas elecciones han demostrado que lo que llaman suflé no baja. El electorado indepe sigue votando a sus partidos pese a las mentiras de sus políticos. Las promesas cambian, pero el voto se mantiene.

Durante el breve gobierno de Pedro Sánchez, sin embargo, se pusieron histéricos. ¿Por qué Torra y Puigdemont endurecieron la retórica, por qué alimentaron a los friquis de los CDR, por qué tumbaron finalmente al gobierno vetando unos presupuestos sociales? Porque temían que la blandura de Sánchez y su propuesta de diálogo persuadiera a una porción del voto indepe de que es razonable buscar una tercera vía: una vuelta a la Constitución a cambio de prebendas.

Pedro Sánchez se había convertido en la mayor amenaza para el independentismo y Vox en su mayor esperanza. El independentismo necesita una España reaccionaria, castigadora y cateta, a imagen de la caricatura que el nacionalismo lleva años vendiendo a los catalanes. Sánchez ofrece exactamente lo contrario. La pesadilla de Puigdemont y Torra es una victoria de la izquierda que no requiera sus votos en el Congreso de los Diputados.

Parece contrario al sentido común, pero el fuego de la cocina no se apaga rociándolo con agua helada, sino por asfixia. La asfixia es una España firme en la Constitución pero dispuesta a dialogar.