La situación en Oriente Próximo

¿El final del conflicto sirio?

Asad puede estar tentado de proclamar su victoria, pese a que aún no controla la totalidad del territorio y quedan incógnitas por despejar

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Ignacio Álvarez-Ossorio

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La captura del último bastión del autodenominado Estado Islámico (EI) en territorio sirio ha reabierto el debate sobre la inminencia del fin del conflicto. Aunque todavía es pronto para lanzar las campanas al vuelo es evidente que las fuerzas rebeldes no han dejado de perder terreno en los últimos años y que, poco a poco, los focos de resistencia al régimen sirio se han ido diluyendo. Así las cosas, el presidente Bashar el Asad podría verse tentado de proclamar la victoria, a pesar de que todavía no controla la totalidad del territorio y quedan todavía numerosas incógnitas por despejar.

La primera tiene que ver con el futuro del Rojava, el Kurdistán sirio, y del resto de zonas bajo control de las Unidades de Defensa Popular (YPG), que representan una cuarta parte del país y que, además, albergan los principales pozos de petróleo y gas. Las fuerzas kurdas, que cuentan con el respaldo estadounidense, han tenido un papel determinante en la derrota militar del EI y reclaman, como recompensa, el establecimiento de un Estado federal. Este proyecto cuenta con la frontal oposición no solo del régimen sirio, sino también de Turquía. El primero porque considera que debilitaría al Estado central y le privaría de importantes ingresos, el segundo porque teme un efecto dominó por el cual los kurdos turcos también eleven el listón de sus demandas y reclamen una mayor autonomía de Ankara.

La provincia norteña de Idlib

La segunda incógnita atañe a la suerte de Idlib, la provincia norteña donde se han atrincherado las últimas facciones rebeldes tras la firma de diferentes acuerdos de alto el fuego y desescalada en el resto del país. En la actualidad, dicha provincia acoge a dos millones y medio de personas y unos 60.000 combatientes. De capturar el territorio, el régimen podría ensañarse con los milicianos y con sus familiares. Por esta razón, una eventual ofensiva contra el bastión rebelde provocaría una nueva crisis humanitaria y la llegada de cientos de miles de refugiados a Turquía. La prioridad de Erdogan es mantener el actual alto el fuego en Idlib, aun a costa de congelar la ofensiva tantas veces anunciada contra las YPG, que rechazan tanto EEUU como Rusia. No obstante, esta situación no podrá mantenerse indefinidamente.

La última incógnita, pero no por ello menos importante, está relacionada con el futuro del EI. A pesar de que su retroceso territorial, su ideología sigue contando con significativos respaldos no solo en Oriente Próximo sino también en el resto del mundo árabe. El clima de violencia, destrucción y sectarismo imperante en la zona podría crear las condiciones adecuadas para que vuelva a resurgir de sus cenizas. Raqqa y Mosul, los feudos del grupo terrorista, han resultado completamente destruidas y no existen planes para reconstruirlas, lo que podría intensificar el resentimiento de la población hacia los regímenes sirio e iraquí y crear las condiciones para un nuevo levantamiento. No sería ni la primera ni la última ocasión que una organización yihadista gane el respaldo de la población ofreciendo aquellos servicios que los gobiernos son incapaces de prestar.

La recompensa a Rusia e Irán

El conflicto, por lo tanto, está lejos de haber finalizado. Además, debe tenerse en cuenta que Bashar el Asad deberá hacer frente a una importante carga que hipotecará su futuro, ya que tendrá que recompensar a Rusia e Irán por la decisiva ayuda que le han prestado en los últimos años y que le ha permitido mantenerse en el poder. Aunque la economía siria está diezmada por ocho años de guerra, lo cierto es que el país sigue atesorando importantes yacimientos de hidrocarburos y de minerales que, en un futuro, serán explotados por Rusia e Irán, los nuevos amos de Siria.

Ante esta escasez de recursos, el régimen pretende aprovechar la reconstrucción para recompensar a sus aliados domésticos. De hecho, los primeros proyectos de reconstrucción de las zonas devastadas por la guerra, como Marota City y Basilia City, ya han sido asignados a empresarios próximos o familiares directos del propio presidente, una vez que los terrenos han sido expropiados a sus legítimos propietarios. En los últimos meses, Asad ha insistido, una vez tras otra, en la necesidad de que la comunidad internacional se involucre en dicha tarea, que el Banco Mundial estima tendrá un coste de 300.000 millones de euros. Damasco pretende que la Unión Europea se implique en este esfuerzo, ya que interpreta que permitiría el retorno de una parte sustancial de los seis millones de refugiados sirios, cuya asistencia se ha convertido en una carga inasumible para los países del entorno.