Análisis

Barcelona, ensimismada

La ciudad resolvería muchos de sus problemas si asumiera sin complejos la capitalidad de un país metropolitano,Catalunya, que reúne todos los ingredientes para convertirse en destino exquisito

Turistas ante la Pedrera

Turistas ante la Pedrera / RICARD CUGAT

Josep-Francesc Valls

Josep-Francesc Valls

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El objetivo de la charla consistía en identificar qué le pide Catalunya Barcelona en materia turística. Desde lugares paradigmáticos, como MontserratBaqueiraCosta Brava, o desde un restaurante estrellado, Els Tinars, o una bodega renombrada, Celler Clos Mogador, se desprendió los orgullosos que se muestran los catalanes respecto a su capital. Vamos, bastante orgullosos, porque hubo matices. Se la admira y se la quiere. De eso no hay duda. Ello no es óbice para que se le acusara de que no ejerce la capitalidad con autoridad –“que se quite el complejo” de una vez, expresó el director general de Turisme de la Generalitat, Octavi Bono-.

Toma bastante y ofrece poco a cambio. No reparte ni transfiere. Se aprovecha de su posición dominante y de su centralidad y apenas permite que el resto de Catalunya se beneficie del alud de turistas que le llegan. El lenguaje fue más de reprimenda al hermano mayor por déspota que de madrastra de los cuentos tradicionales. Lo que quedó meridianamente claro es que no representan la misma propuesta, ni mucho menos forman parte del mismo relato turístico. Este estado de cosas se reflejó en la última Aula de Innovación Turística de Esade.

A todo esto, hay que introducir otro elemento distorsionador. Barcelona anda preocupada por su futuro. En un corto espacio de tiempo, ha descubierto conceptos como la turismofobia o la gentrificación. Encerrada en su solo juguete –que me perdone Juan Marsé por profanar su frase en esta oportunidad-, se ha ensimismado. Se mira el ombligo, cuando probablemente la solución a estos y otros muchos problemas ante los que se enfrenta se resolverían si asumiera sin complejos la capitalidad de un país metropolitano, Catalunya, que reúne todos los ingredientes para convertirse en destino exquisito.

Asumir Catalunya con todas sus consecuencias, esa es la cuestión -como la mujer hacendosa de la Biblia “que en ella confía el corazón de su marido”-; o como el general del Tsun-Tzu , para el que “la invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad, una cuestión de ataque”-. No existe otra marca más potente que la de Barcelona para abrir mercados y proyectar todo el país donde convenga. Solamente le faltan tres cosas. La primera, generosidad para aprender que Catalunya no solo es un recurso al que acudir cuando se necesita, sino un 'hinterland' turístico que facilita el crecimiento. Es decir, en vez de trabajar para incrementar turistas en la capital dimensionar el negocio turístico a nivel de toda Catalunya.

La segunda, una gobernanza turística integrada, que coordine con eficiencia las instituciones y corporaciones públicas, las diputaciones, los patronatos de turismo, como el modelo francés que tanto inspiró a Raimon Martínez Fraile. Y la tercera, un empresariado con visión de negocio más amplia que la de su pueblo. En Seychelles, en Toscana Provenza, referencias obligadas, veo que los negocios locales, los internacionales, las corporaciones y las administraciones van al unísono para diseminar al máximo los turistas por todo el destino. Preservan el territorio y el patrimonio y en esa dimensión todos ganan mucho más.