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Chinches vs iPhones

Tienda Apple en Nueva York

Tienda Apple en Nueva York / periodico

Miqui Otero

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Familiarizados desde la primera semana con una marabunta de hormigas guerreras, habíamos aprendido a convivir con cucarachas, incluso cuando cundió en esa colonia la manía de reunirse alrededor de los fogones de la cocina como si fueran hogueritas de boy-scouts. Apareció el primer ratoncito y nos dio por bautizarlo: Klaus (en honor a Klaus Kinski).

 No estoy narrando mi  experiencia juvenil en la Ruta Quetzal, sino mi postadolescencia en un piso del Raval. Pero cuando Klaus ya podría haber pedido ayuda social por familia numerosa, ¿a quién vas a llamar? Mis compañeros de piso y yo llamábamos Los Cazafantasmas a unos tipos de una empresa fumigadora argentina. Enfundados en monos blancos, de sus mochilas salían tubos aspiradores que huroneaban en cada rincón sospechoso. Recuerdo con cariño la primera vez que un Cazafantasmas entró en mi habitación:

Che, esto es un chiquipark para las lepismas. Todo papel. Tenés que tirar algunas cosas.

Que la tienda Apple de la Quinta Avenida de Nueva York, la más icónica del mundo, esté infestadas de chinches es un nuevo Titánic que nos recuerda que la modernidad no es infalible

Esas Cosas eran mis discos y libros. Opté por amar a esos bichitos plateados que se alimentaban de papel, almidón y dextrina. No iba a vender todas esas Cosas que me recordaban quién era. La propietaria, por supuesto, no respondía de su Saigón.

He recordado esta escena después de leer la noticia de la crisis con los chinches que han denunciado los trabajadores de la tienda Apple de la Quinta Avenida de Nueva York. Un lugar así infestado de chinches suena tan distópico como que un líder de la nueva política maneje un tractor (bien, esto sí sucede en campaña).

Explica Ian Svenonious en Te están robando el alma (Blackie Books) que Apple supone un “retroceso minimalista y futurista-zen”, “un monasterio modernista donde la religión es la propia Apple”, “con el fin de convertir las posesiones en un símbolo de pobreza y el hecho de no tener nada [salvo un iPad y un futón] en signo de riqueza y poder”.

Que los chinches puedan poner en jaque a la tienda más icónica del planeta es un nuevo Titánic que nos recuerda que la modernidad no es infalible y el ser humano no está a salvo de la irracionalidad de la naturaleza. Ni de ser eso, humano.

Enviado desde mi iPhone. 

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