Análisis

¿Debería importarnos Finlandia?

Los finlandeses pueden ser los primeros en la UE donde la socialdemocracia vuelva a florecer y en otorgar un valor esencial al cambio climático

Carteles de propaganda electoral en una calle de Helsinki.

Carteles de propaganda electoral en una calle de Helsinki. / periodico

Rafael Vilasanjuan

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Las elecciones en un país de apenas seis millones de habitantes y que está en la otra punta de Europa, en condiciones normales tenderían a importarnos mas bien poco y sin embargo, los comicios de Finlandia importan. Por un  lado puede ser el primer país de la UE donde la socialdemocracia vuelva a florecer para relevar a un gobierno conservador cuya caída provocaron los aliados de extrema derecha, que han quedado a un soplo de la victoria; por otro porque la principal preocupación en aquella campaña fue uno de esos temas que tienden a obviarse y que dibuja un anueva batalla entre unos y otros: el cambio climático.

Vayamos por partes. En unas elecciones donde el centro-derecha se hunde y los populistas ultra compiten por el poder, el renacimiento de la socialdemocracia puede abrir camino desde Helsinki hacia otros países del norte de Europa donde la soga populista ha eliminado el espacio a un capitalismo social. En Finlandia, un país que envejece al mismo ritmo que lo hace el resto del cada vez mas viejo continente, el Estado del bienestar y especialmente la garantía de un sistema sanitario de calidad y con recursos fue la razón por la que cayo el gobierno y la que impulsa de nuevo a la socialdemocracia, que hasta hace nada era poco mas que una idea amortizada. Cierto, la extrema derecha ha quedado a un soplo, pero en plena era de las desigualdades, garantizar los recursos que impiden que la brecha social aumente, marca tendencia. Un resurgir premonitorio para Europa.

Evitar la catástrofe

Pero lo verdaderamente sorprendente de la polarización del voto es que se ha producido como consecuencia del calado y la importancia que ha adquirido el cambio climático como argumento de campaña. No es que los finlandeses tengan una experiencia directa del calentamiento mayor de la que podamos tener aquí. Sus bosques siguen en pié, sin embargo en un país donde los niveles de educación siempre figuran en el primer puesto destacado a nivel global y donde la evidencia científica cuenta, el ultimo informe de Naciones Unidas advirtiendo que al mundo le quedan 12 años para evitar la catástrofe, ha hecho el resto.

El discurso de campaña ha girado en torno al cambio climático, un nuevo campo de batalla que anticipa nuevas líneas rojas entre el populismo y el resto. No es que los ultras nieguen que exista, pero renuncian a ningún sacrificio para cambiarlo, argumentando que se van a perder puestos de trabajo y que en todo caso las medidas en un país tan pequeño no tendrían impacto.

Finlandia avanza en un debate que ya enfrenta en medio mundo. En Francia, el origen de las protestas que ha llenado las calles de chalecos amarillos fue la subida de los impuestos al diesel para mitigar la polución y en EEUU los republicanos acusan a la demócrata Alexandra Ocasio-Cortez de histeria y estalinismo por llevar a la política la salud del planeta. En Finlandia solo se ha abierto el debate y si los socialdemócratas logran formar gobierno, a pesar de la sombra ultra, su influencia llegará a la UE, cuando en junio lideren el Consejo, por eso lo que ha ocurrido en Finlandia es importante.