EL TOQUE INGLÉS

¡Árbitro, me follo a tu mujer!

¿Hay que tomarse en serio los insultos en el futbol? En Inglaterra el debate está abierto a cuenta del incremento de agresiones verbales racistas a jugadores.

El jugador del Arsenal, el gabonés Aubameyang, en acción, en el reciente partido Arsenal-Nápoles

El jugador del Arsenal, el gabonés Aubameyang, en acción, en el reciente partido Arsenal-Nápoles / periodico

Josep Martí Blanch

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Hubo un tiempo en el que el insulto era tan importante en el futbol como la pelota. La convención futbolera contemplaba que durante el partido el aficionado podía dejarse llevar por sus demonios y vomitar cualquier improperio que se le antojase. El pódium de la soez estaba reñidísimo entre los clásicos de ayer, hoy y siempre: maricón, hijo de puta y cabronazo.

el negro de mierda se escuchaba menos pero sólo porque no había muchos jugadores de ese color. Estaban, además, los que pretendían ser originales en su mal gusto. En esos días aún podía escucharse en la tribuna del Camp Nou, por ejemplo, a algún energúmeno proferir alaridos del tipo “árbitro, me follo a tu mujer”. Pagar la entrada incluía el derecho a desbravarse a cuenta de árbitros, jugadores y aficiones rivales.

No era necesario ser un hooligan para desplegar un muestrario que incluyese homofobia, racismo, machismo y otros “ismos” de igual o peor calaña. Dígamos que los señores de todo el mundo, las señoras no iban al fútbol, tenían permiso para portarse como patanes un día o dos a la semana. Era así en Inglaterra, España, Italia y en cualquier otro sitio que añadan. Las lenguas eran serpientes en todo el planeta fútbol.

El ambiente del fútbol no será nunca el de una ópera (más bien ocurrirá lo contrario) pero la civilización hizo paulatinamente acto de presencia. Nuevas generaciones, más cultas, más formadas, poblaron las gradas y los bares adyacentes y el insulto generalizado pasó a ser algo que podía individualizarse y señalarse porque dejó de ser gracioso. Las autoridades futbolísticas, los clubs, la televisión pusieron de su parte también. Quedaron botarates, claro, pero desaparecieron los domingueros del oprobio. Los que se mantuvieron fieles a la tradición del insulto fueron los zambombos que lo son todo el día, todos los días, y no solo cuando el balón echa a rodar.

Casos cada semana

Anda el futbol inglés preguntándose a todas horas si no estamos volviendo a los tiempos oscuros a cuenta, principalmente, del insulto racista. Cada semana hay nuevos casos y llevamos así toda la temporada. En los últimos días, sin ir más lejos, el Arsenal está investigando entre sus aficionados para poder identificar y sancionar a los que insultaron a la estrella del NápolesKoulibaly, en el partido de UEFA jugado en el Emirates Stadium por el color de su piel.

El Chelsea castigará a los seguidores que compartieron un vídeo en el que tildaban a Salah, la estrella del Liverpool, de terrorista por ser de religión musulmana. The Guardian ha publicado un extenso reportaje en el que destapa insultos en las categorías infantiles, con niños a los que se pretende violentar por sus rasgos indios i paquistanís.

El debate sobre el resurgimiento del racismo y del insulto ha venido para quedarse en el futbol inglés. Kloop ha dicho, por ejemplo, que al que profiera un insulto de este tipo debiera prohibírsele entrar en los estadios de por vida. Los alemanes siempre tan marciales en su determinación.

¿Exceso de foco mediático en actitudes que son minoritarias? ¿Es una exageración, máxime si lo comparamos con lo que ocurría en los años ochenta y noventa? ¿poco aguante de algunos jugadores? ¿El vaso medio lleno o medio vacío? Son preguntas trampa y nada pertinentes. Sólo que hay que ser negro o musulmán para entenderlo. Y en el caso de los blanquitos, no haber dejado de ser persona.