Dos miradas

Rahola

El único escritor que murió fusilado vilmente fue Carles Rahola; releer, hoy, la sentencia del tribunal militar es escalofriante

El escritor Carles Rahola

El escritor Carles Rahola / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Hace 80 años, Machado moría, devastado, cansado hasta la extenuación, en Colliure, en la cama de un hotel. Tres años antes, García Lorca era asesinado por los fascistas en un descampado. Tres años después, también enfermo, encarcelado, como un perro, Miguel Hernández moría en un hospital de Valencia. También de tristeza, consumido, moría más tarde Francesc Trabal en el exilio de Chile. Los hay que volvieron; otros no: todos perdedores o decepcionados, añorados, resignados o dispuestos a retomar su vida, la literaria y la otra. Pero el único escritor que murió fusilado vilmente fue Carles Rahola, en el cementerio de Girona, la madrugada del 15 de marzo de 1939.

Rahola "fue un hombre bondadoso y un ciudadano ejemplar", como escribía Quim Nadal, y no huyó por la familia y, tal vez, porque no calculó la inmensidad de la ignominia. Releer, hoy, la sentencia del tribunal militar es escalofriante. Le acusan de "desarrollar un alzamiento en armas y una tenaz resistencia contra los legítimos Poderes del Estado, asumidos por el Ejército a partir del 17 de julio de 1936". ¡Ellos, los fascistas, acusando a los demás de violencia! Y lo matan porque era "colaborador asiduo de 'El Autonomista' en el que escribió artículos literarios e históricos y últimamente otros de carácter político". Por eso: artículos y libros escritos a favor de la concordia y la libertad, contra la muerte, a favor de la civilidad. Lo mataron porque pensaba.