ANÁLISIS

Maratón

Es fácil creer que las mujeres siempre han sido libres para participar en maratones, votar o decidir abortar. Pero las mayores cuotas de igualdad son logros relativamente recientes que pueden sufrir una involución

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Olga Grau

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Kathrine Switzer fue la primera mujer en la historia que participó en una maratón en el 1967. Esta prueba deportiva estaba vetada a mujeres, pero ella se saltó las reglas y se inscribió usando una inicial para su nombre seguida de los apellidos, de manera que la organización creyó que era un hombre. El día de la carrera salió a correr camuflada en un chubasquero, pero a los pocos kilómetros fue descubierta por un grupo de reporteros que seguían el recorrido de la maratón en una camioneta. El organizador del evento bajó del vehículo hecho una furia y trató de arrancarle el dorsal y expulsarla de la carrera a empujones. Los periodistas inmortalizaron el momento en el que el novio de Switzer, que también participaba en la prueba, intervino a su favor. Ella salió disparada con la determinación de llegar a la meta y demostrar al mundo que las mujeres también pueden correr y competir. Y lo logró en 4 horas y 20 minutos. 

Existe la percepción de que los logros alcanzados en igualdad de género son irreversibles. A menudo se olvida que hace muy poco las mujeres no podían correr maratones, votar, abrir una cuenta bancaria o abortar libremente. Pero las mayores cuotas de igualdad son logros relativamente recientes que se han conseguido gracias a activistas que han luchado por cambiar unas reglas discriminatorias y patriarcales que limitaban la presencia de la mujer al ámbito privado y reducían sus capacidades a la actividad reproductiva.

Cuando el camino por recorrer hacia la igualdad es todavía muy largo, es necesario recordar hoy que las victorias en igualdad de género obtenidas en el pasado son frágiles y existe el riesgo real de, no solo de no seguir avanzando, sino de sufrir una involución en Europa y a nivel mundial. Los nuevos populismos y movimientos de ultraderecha al alza han entrado con fuerza a atacar la agenda de género. El Brasil de Jair Bolsonaro, la Hungría de Víktor Orban y la Italia de Matteo Salvini son ejemplos de países en los que formaciones radicales han logrado formar gobierno y han puesto en el punto de mira a las mujeres. En España, el discurso de la ultraderecha de Vox ha hecho virar al PP escorándolo en posiciones más radicales y machistas. Debates que se creían superados, como el del aborto en España, vuelven a entrar en campaña de la mano de las derechas mientras Ciudadanos pervierte el término histórico de feminismo liberal que vio la luz con las sufragistas.

La trata de mujeres, la prostitución, los vientres de alquiler, la violencia de género, la brecha salarial, la infrarrepresentación de las mujeres en las esferas de poder y todas las formas de discriminación y de violencia contra las féminas son fenómenos globales que requieren soluciones globales más allá de las legislaciones locales.

En ese sentido, las elecciones europeas de mayo serán un reto para avanzar hacia una Europa que apueste por los derechos humanos y el feminismo o por una Europa que se repliegue más en sus realidades nacionales dejando margen a la ultraderecha y al populismo. Europa será feminista, o no será. La lucha por la igualdad es una carrera de fondo, pero las mujeres ya hace tiempo que corremos y ganamos maratones.