Análisis

Viaje al centro de Ciudadanos

El problema del partido naranja no es de caras sino de contenidos y de pactos

Inés Arrimadas

Inés Arrimadas / periodico

Albert Sáez

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En política, como en el tenis, lo decisivo son los errores no forzados, es decir, los que se cometen sin ser una reacción a una genialidad del adversario. Ciudadanos lleva una mala racha. Los criticos más severos se remontan a las elecciones andaluzas anteriores cuando decidió apuntalar a Susana Díaz sin gobernar. Otros consideran que los males empezaron tras las últimas elecciones catalanas del 21-D cuando tras la victoria en las urnas ni siquiera se quiso escenificar un intento de investidura de Inés Arrimadas, la candidata no catalanista que sacó los mejores resultados de la historia en el Parlament. Casi todo el mundo coincide que fue un error no abstenerse en el Congreso en la moción de censura contra el Rajoy de la Gurtel Y casi nadie avala la manera como se ha posicionado Ciudadanos respecto a Vox ni en la formación de gobierno en Andalucía, ni en la manifestación de Colón ni en la decisión de no pactar con Sánchez tras las elecciones del 27-ACiudadanos fue durante un par de años en la política española un partido catch-all como lo fue en su momento la CiU de Pujol, capaz de disputar el voto en todas sus fronteras electorales. De manera que supo ser en diversas circunstancias el partido de moda. Empezó absorbiendo electores del PSC tras los tripartitos, siguió atrayendo a los moderados de Convergència en el área metropolitana, sumó a los desencantados con la corrupción de la vieja política y se catapultó en la arena española con la indolencia de Rajoy en todos los ámbitos: Catalunya, la corrupción, las reformas estructurales,... Tras el éxito del 2015, Ciudadanos estuvo a punto de ser esa fuerza liberal que España nunca tuvo con Luis Garicano, Toni Roldán o Arrimadas. Pero los hechos del 2018 truncaron esa senda ascendente.

El intento de recuperar a Inés Arrimadas para las elecciones generales nos hace otra cosa que reconocer el mal momento que vive la formación naranja. Pero vuelve a ser un error no forzado. Romper el compromiso con los catalanes no independentistas envejece a Ciudadanos como representante de la nueva política. Más cuando no hay en el Parlament una sustitución clara como cuando Albert Rivera abandonó la Ciutadella. La manera como se ha planteado el cambio ha puesto de nuevo en evidencia que lo que a menudo pide el partido en las instituciones no se ha cumplido en los órganos internos. Poner a Inés Arrimadas en el frontispicio de la campña electoral no hace más que intentar maquillar las veleidades con Vox e intentar ganar a Pablo Casado la partida de primer partido de la derecha y antagonista de los independentistas. Ese es el relato que explicaría las gesticulaciones la candidata durante la última semana en Amer, en el hemiciclo vacío del Parlament y en Waterloo. Esa no es la Arrimadas que votaron cientos de miles de catalanes, partidaria de la ley y el orden, de la moderación, de evitar la confrontación... Si lo que pretende Ciudadanos es un viraje al centro, además de llevarse a Arrimadas a Madrid, debería meditar sobre su política de pactos y sobre la consistencia de sus propuestas.