Sánchez, derrotas en victoria
Si analizamos la actualidad solo con titulares, Pedro Sánchez habría sufrido dos importantes derrotas, una parlamentaria y otra de estrategia política, que deberían situarle en una posición perdedora de cara al 28-A. No ha logrado aprobar los Presupuestos porque la “crisis del relator”, pésimamente gestionada por la vicepresidenta Carmen Calvo, le obligó a cortar por lo sano con los independentistas antes de sufrir males mayores, con las derechas acusándole de “traidor” por empeñarse en sacar las cuentas al precio que fuese. También ha sufrido una derrota estratégica al verse empujado a convocar elecciones anticipadas, tal como le exigían con furia callejera PP y Cs en compañía de Vox. Sin embargo, estos dos parámetros no nos permiten entender por qué Sánchez se encamina ahora a obtener un buen resultado electoral y convertir esas dos derrotas en una posible victoria.
Los socialistas se han quedado sin competidores a su izquierda y en el centro. La crisis de Podemos y sus confluencias (a excepción de la valenciana Compromís) dejan en el olvido la hipótesis del 'sorpasso' de tres años atrás. Si la fuerza morada pierde en abril la mitad de sus diputados, según vaticinan las encuestas, Pablo Iglesias se verá obligado a regresar a las tertulias. El PSOE, pues, vuelve a ser el referente de la izquierda y recuperará muchos apoyos en un escenario de movilización del voto. Si PP, Cs y Vox suman mayoría absoluta no será por la abstención de las izquierdas, como sí ocurrió en Andalucía, sino por la optimización de los votos en escaños en las provincias pequeñas y medianas, según el experto Kiko Llaneras.
También en el centro Sánchez va a recoger votos porque Cs ha derechizado su discurso al intentar relevar a un PP que se ha radicalizado para cortar la hemorragia hacia la ultraderecha. La vuelta a las esencias de Pablo Casado para superar la etapa de flacidez ideológica de Mariano Rajoy responde a una racionalidad aplastante; al PSOE le pasó lo mismo en el 2015 para hacer frente a Podemos, recuerden el éxito entre los militantes socialistas del famoso “no es no”.
Pero la estrategia de la fuerza naranja de entenderse solo con PP y VOX es incomprensible y deja huérfano a su electorado progresista que puede optar, según como discurra la campaña, por fortalecer al PSOE para que dependa lo menos posible de populistas y soberanistas. Porque nadie sensato cree de verdad que Sánchez, aunque sea un político de volubles convicciones, vaya a apuñalar la Constitución.
Por eso, Albert Rivera debería poner encima de la mesa cuanto antes la oferta al líder socialista de volver al "acuerdo del abrazo" que ambos firmaron en marzo del 2016. Puede además que los números no den para otra cosa la noche del 28-A. Y sería un disparate repetir elecciones por inquina personal y esa absurda diferenciación entre “sanchismo” (malo) y PSOE (salvable). Entre tanto, los socialistas harían bien en rebajar el tono de sus descalificaciones hacia Cs (encuadrándoles en el “trifachito”) porque el único peligro para nuestra democracia y la libertad de los catalanes constitucionalistas sigue siendo el separatismo.
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