Análisis
No hay dos sin tres
La manifestación exaltada de las tres derechas puede venirle bien a Pedro Sánchez
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
Los cambios de gobierno en España acostumbran a ser abruptos. Llegó Felipe tras un golpe de estado que le montaron a Suárez. Llegó Aznar tras la conspiración falangista-republicana de los Anson y los Ramírez con García-Trevijano utilizando los GAL que ellos habían alentado. Llegó Zapatero con aquel "pásalo" tras las mentiras del 11-M y la agitación en las calles del "no a la guerra". Llegó Rajoy impulsado por las mesas petitorias (ahí no vio Felipe ninguna "degradación institucional") contra el Estatut, las manifestaciones de obispos por el aborto, las de las víctimas de ETA y la indignidad de no votar los ajustes exigidos por el mismo Partido Popular... europeo. Y llegó Sánchez gracias al "momentum" dibujado con el compás de Iván Redondo tras la primera sentencia de la Gürtel. Parece que en España la alternancia no se puede producir de manera tranquila respondiendo a ciclos ideológicos o económicos. Los presidentes tienen que caer por "traidores", "incompetentes", "ilegítimos", "desleales" o "mentirosos". Pablo Casado no hace otras cosa que aprender de las lecciones de sus mayores que, además, le han puesto de tutor a Vox a su derecha para enderezarlo y marcarle el camino. En España hay demasiados discípulos de Ernesto Laclau que se creen capaces de fabricar un momentum cada dos por tres. En eso no son muy diferentes de los más hiperventilados entre los independentistas que ven oportunidades de "derrocar el régimen" a cada mandato que inventan.
Ahora le toca a Pedro Sánchez tomar la medicina que le aplicó a Rajoy. Lo que posiblemente no esperaba el actual presidente del Gobierno es la soledad con la que debe afrontar el envite. Todos quienes quisieron en su momento desalojarlo de la secretaría general del PSOE se han unido esta semana a las tres derechas para echarlo de La Moncloa. Y no nos engañemos, el famoso relator es una mera excusa. A Sánchez no le perdonan su capacidad de resistencia, por eso les duele tanto el libro. A Sánchez no le quieren permitir que con una de sus clásicas piruetas apruebe los presupuestos y enfoque el problema catalán de la manera que le piden en privado los dirigentes europeos. A Sánchez no le quieren dejar solo en La Moncloa mientras las tres derechas desalojan de sus palacios a los Lambán, García Page o Fernández Vara. La envidia es siempre muy mala pero mucho más agresiva cuando se suma a la venganza. Los envidiosos vengativos son tóxicos entre los tóxicos.
Sinceramente, y dejando de lado, el mal rato de los insultos y las descalificaciones, no creo que a Sánchez le vaya mal la manifestación de este domingo en Madrid. Ahí estarán juntitos y revueltos, los Casado, los Abascal y un Albert Rivera que desde la moción contra Rajoy ha pasado de líder a follower. Rodeados de gente indeseable como Hogar Social o Falange. Al final, son todos los que votan sistemáticamente contra las condenas al franquismo, contra las leyes sociales y contra los derechos civiles. Todo el mundo en su sitio, y Sánchez en La Moncloa abriendo paso a los que quieren ser alternativa: Collboni de Valls, Ximo de Bonig o Pepu de Almeida. Estaría bien saber si Felipe aún se considera alternativa de Aznar y Alfonso de Álvarez-Cascos. Solo por saber.
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