Análisis

'Luddistas' y aplicaciones

Lo que hay que pretender es que, en la transición, las condiciones del mercado de taxis y movilidad sean idénticas para todos, los antiguos y nuevos negocios

Taxis en huelga en la Gran Vía de Barcelona

Taxis en huelga en la Gran Vía de Barcelona / Elisenda Pons

Josep-Francesc Valls

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En 1816, en Gran Bretaña ya no quedaba ni rastro del 'luddismo'. Cinco años antes, este movimiento de artesanos textiles cualificados había empezado a asaltar fábricas y destruir los nuevos telares industriales y las máquinas de hilar porque les arrebataban los puestos de trabajo y la tranquilidad de los telares tradicionales.

Fue una explosión frente a la incipiente industrialización, que se extendió rápidamente por Manchester, Nottigham, Leicestershide, es decir, por las primeras zonas textiles. En ese país, ya no se volvió a hablar más de esta oposición a la maquinaria moderna un quinquenio después.

Fue una reacción espontánea frente a los iconos de la revolución industrial. Apenas hubo ideólogos. Incluso Ned Ludd, -ese Robinson Crusoe a quien se le atribuye el origen de la denominación- está escasamente documentado y no hay historiador de los orígenes del movimiento obrero que lo haya identificado.

Del mismo modo que los urbanos, en el campo se desarrolló el mismo fenómeno contra las trilladoras, que duró mucho menos. El incipiente movimiento obrero cambió pronto, muy pronto, de táctica frente al capitalismo rampante. En el nuevo entorno industrial aparecieron otras oportunidades de lucha y de mejora que en el escenario anterior.

En las décadas siguientes, el 'luddismo' se extendió a Francia, a Alemania y a otros países y su duración fue tan corta como en la nación pionera de la industrialización. De este modo, podemos anotar episodios similares unos años más tarde en Camprodó, Alcoi, Sabadell y Barcelona –esta última con el historiado incendio de la fábrica de Vapor de Bonaplata & Cia-.

A pesar de la escasa duración, la represión fue muy dura por todas partes (“La cólera de Ludd, la lucha de clases en Inglaterra al alba de la revolución industrial”, Julius Van Daal, 'Pepitas de Calabaza', 2016); incluso en algún lugar el gobierno absolutista indemnizó a los fabricantes.

He releído literatura de aquella época de cambio profundo, a raíz de los enfrentamientos actuales de los taxistas frente a las aplicaciones. Mis maestros me enseñaron que las extrapolaciones falsean la historia, aunque comparar situaciones históricas suele aportar luz a los acontecimientos.

Y me he preguntado, ¿qué habrá ocurrido en el 2024, por parangonar los cinco años de vida del 'luddismo'? Pues que las aplicaciones serán relevantes. Y que UberCabify –o tal vez otras que las superarán- representarán una parte importante de las soluciones de movilidad de las ciudades. Muchos taxistas que ahora claman contra ellas encontrarán, como los viejos 'luddistas' en las nuevas fábricas, mejores condiciones de trabajo en las aplicaciones, mejores servicios, mejores formas de ganarse el dinero.

Claro que hay que mantener el taxi, aunque mucho menos normativizado, y afrontar cuanto antes el problema social que representa su modernización y su redimensionamiento para competir en el nuevo escenario tecnológico. Lo que hay que pretender es que, en la transición, las condiciones del mercado sean idénticas para todos, los antiguos y nuevos negocios.

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