Al contrataque

El tabú de la pobreza

Cuesta hablar de un tema tan antiguo como la pobreza que parece una maldición bíblica más que la consecuencia de mecanismos muy concretos, de falta evidente de políticas para acortar la desigualdad

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jose43366302 barcelona 16 05 2018 recuento de personas sin techo por las 180517193717 / FERRAN NADEU

Najat El Hachmi

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En un paseo nocturno por Sevilla me contaba las condiciones materiales que condicionaron su infancia: “los quesitos de La vache qui rit los comprábamos de uno en uno, no en paquetes, ¡de uno en uno!” y “vivíamos nueve personas en diez metros cuadrados” y “un trocito de carne en medio del plato de patatas era para todos”. Yo le contestaba que nos partíamos una manzana entre cuatro y que los huevos eran como un tesoro que encontrábamos entre los arbustos, unos huevos que después nos comíamos medio a escondidas en la despensa porque a pesar de la escasez nos habían inculcado como valor moral fundamental compartir todo lo que tuviéramos, aunque fuera poco.

Le conté que a nosotros, al vivir en el campo, no nos había faltado nunca el espacio y que las mujeres que nos criaron sabían sacarle un provecho inusitado al escaso fruto que daba esa áspera tierra en permanente sequía. Que de la cebada hacían comidas muy variadas, que cogían hiervas como la malva que luego cocinaban como acelgas, que no paraban en todo el día criando conejos y pollos, a veces alguna cabra. Puede que por eso no tuve nunca la sensación de pobreza o porque nadie se ve reflejado en lo que significa una palabra tan rotunda, tan determinante. Ser pobre es, en el imaginario colectivo, un estado permanente, no una circunstancia y a pesar de la sensibilidad social, a pesar de los discursos sobre los mecanismos que excluyen y perpetúan las desigualdades económicas, lo cierto es que estamos lejos de desmontar esa imagen anquilosada de lo que es un pobre.

Quien me contaba con total naturalidad estas circunstancias, después de haberlo hecho ante un público que lo escuchaba boquiabierto en el pabellón de Marruecos de la Expo de Sevilla y gracias a la invitación de la Fundación Tres Culturas, era Abdellah Taïa, un escritor nacido en la ciudad de Sale que ya lleva unas cuantas novelas dedicadas a hablar de un Marruecos que no sale en las guías de viajes ni en los discursos oficiales de entendimiento entre culturas y civilizaciones. “Digo la verdad, ¿por qué iba a esconderla? Y lo afirmaba a propósito de la pobreza, la homosexualidad, la figura dominante de una madre y un padre sumiso a sus exigencias, del turismo sexual, el colonialismo en su faceta más íntima. “¿Pero sabes qué? El tabú más tabú de todos es la pobreza” ¿Quién quiere que le hablen sobre las carencias más básicas?

Y me acordé de Paco Candel escribiendo sobre las condiciones de las barracas pero también de noticias más actuales sobre la vida de muchas persona aquí y ahora, no en un país lejano, no en los años 60. Y lo que cuesta que los medios de mayor difusión hablen del tema. Sumada a la culpa que comporta estar fuera del mundo, de una sociedad satisfecha de sí misma donde todo parece al alcance, está la sordera de quienes no quieren oír hablar de un tema tan antiguo que parece una maldición bíblica más que la consecuencia de mecanismos muy concretos, de falta evidente de políticas para acortar la desigualdad.