ANÁLISIS
Vendaval en el Caribe
El éxito de Juan Guaidó ha sido hacer olvidar la diferencia entre opositores y aglutinar en una figura alternativa la posibilidad de reconstruir un país en derribo
Rafael Vilasanjuan
Periodista
RAFAEL VILASANJUAN
Mientras la situación económica, social y política se degrada, mientras el apoyo internacional se decanta hacia Juan Guaidó, mientras el rechazo popular en las calles se demuestra con tanta o más fuerza que el apoyo de sus seguidores, mientras el Ejército anuncia deserciones ¿A qué espera Nicolás Maduro?
Acosado por el ultimátum de la Unión Europea, Maduro concede avanzar unas elecciones previstas para 2020, pero no para elegir a un nuevo presidente, sino para renovar la Asamblea Nacional que no solo desprecia, sino que considera ilegitima. Lo que propone Maduro es simplemente una estrategia para ganar tiempo en un conflicto que se le está yendo de las manos.
¿Presidenciales o legislativas? En una reunión a puerta cerrada en Bruselas hace apenas un mes, representantes de buena parte de la oposición venezolana hablaban de una negociación inminente y unas elecciones –legislativas- en el horizonte, entre otras cosas porque como los vientos no corrían entonces a favor de una oposición dividida entre quienes querían negociar y quienes no, unas legislativas podían poner esa división en evidencia. Si Maduro intuía una victoria, la puerta estaría abierta a una acuerdo luego entre opositores. Una solución complicada.
El éxito de Juan Guaidó ha sido precisamente lo contrario, hacer olvidar la diferencia entre opositores y aglutinar en una figura alternativa la posibilidad de reconstruir un país en derribo. Bajo la amenaza de un conflicto abierto, Venezuela no está para elecciones legislativas y enfrentamientos por un programa político u otro, sino por un proceso de transición tras dos décadas de un régimen que ha agotado el sentido por el que llegó al poder y ha fundido en el camino los fusibles que garantizan un sistema democrático. No se trata de un cambio de aires, lo que viene es un vendaval.
Aviones rusos
El respaldo internacional era la clave, pero sería un error pensar que es la garantía para un final feliz. A pesar de los rumores sobre aviones rusos esperando y especulaciones sobre la posibilidad de fuga, el vendaval venezolano no pasará en unos días. El chavismo siempre se mueve mejor en los extremos y ahora mismo es ahí donde está: acorralado. Pero tiene los medios de comunicación, la administración, el control de los recursos, el petróleo y los soldados. Nada de eso está en manos de la oposición y por tanto pensar en cualquier otra alternativa a una negociación sería agravar el conflicto.
De ahí el papel critico que la Unión Europea debería jugar. Mientras EEUU apuesta por la vía rápida, como si fuera factible acabar con todo esto en poco tiempo, la historia reciente nos ha demostrado que el intento de fomentar el cambio de regímenes por la fuerza casi nunca resulta. El apoyo europeo a Juan Guaidó, expirado el ultimátum, debe aprovechar el vendaval pero evitar un conflicto en el Caribe, apoyando un proyecto de transición con elecciones presidenciales inclusivas, en un horizonte donde los venezolanos puedan decidir con libertad su futuro. Algo que Maduro ya es incapaz de hacer.
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