Pequeño observatorio

Pena y vida capital

La fe entre los humanos es una maravilla, es pequeña pero tan profunda como la divina

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Josep Maria Espinàs

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La noticia me impresionó el verano pasado cuando se recogió en los medios de comunicación: la Iglesia ha rechazado la pena de muerteIglesiapena de muerte. Y el papa Francisco proclamó la dignidad de las personas.

Fue una declaración discutida, porque, por ejemplo, una mayoría de la opinión pública de Estados Unidos está a favor de la pena de muerte. De hecho, hubo y hay una evidente controversia entre obispos y seglares.

Juan Pablo II fue el primer Pontífice que planteó la cuestión de la pena capital. La sociedad solo puede beneficiarse de la rehabilitación de los condenados.

Otros juicios son adversos. La pena de muerte forma parte de la doctrina desde siempre, como la blasfemia, la idolatría, la pederastia, la brujería. Incluso el incesto.

La doctrina de la fe, señala el articulista, está más en consonancia con una Iglesia que promueve el respeto a cualquier ser humano.

En los mundos de los humanos existe una pequeña fe, por decirlo así, que no está destinada a ser forzosamente eterna. Una fe tan profunda como la divina. Pero qué maravilla la fe entre los humanos.

Tenemos fe en un amigo o en una amiga. Que siempre estará a nuestro lado, que nos ayudará en una desgracia, en un contratiempo pequeño o grande. Y es la fe lo que nos hace creer que podremos conseguir lo que nos hemos propuesto.

A veces la fe es excesiva y es una fuente de disgustos y frustraciones amargas.

Pero yo siempre he sido un hombre de fe, o quizá, modestamente, un hombre con bastante alma que siempre he pensado que me haría superar los posibles obstáculos.

Naturalmente, no me he encontrado con dilemas trascendentales ni me han propuesto alguna de aquellas ofertas de las que los espabilados sacan buen partido.

Si no me equivoco, 'exit', en inglés significa 'salida'. Yo nunca he tenido grandes salidas, quizá porque nunca grandes entradas me han favorecido.