IDEAS

La importancia de una biblioteca

Biblioteca personal

Biblioteca personal / periodico

Jenn Díaz

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Acabé el instituto sin un solo libro de literatura en casa. Todos nos los prestaban en el servicio de biblioteca... primero del colegio, después del instituto. Ninguno de los libros obligatorios que leí se quedó en casa: para ir formando parte de mi biblioteca personal, para poderlos consultar, para poderlos prestar, o incluso releerlos. En mi casa nadie compraba libros, de modo que aquellos ejemplares me acompañaban unas semanas y después, listos, otros compañeros se examinarían con mi mismo ejemplar.

En cuanto empecé a hacer clases de repaso, a los º1, me hice de Círculo de Lectores, y cuando la señora aparecía en la puerta con el carrito y la revista, nunca sabía qué elegir. Y también me suscribí a Testimonios de mujer, una colección de kiosko que nunca terminé. Compré libros que no he leído jamás. Algunos se han quedado para siempre dentro del plástico. Pero tenía mi biblioteca personal: hecha aciertos y errores, libros para olvidar y libros para releer. Tiempo después, compré algunos libros que había leído y que no me pude quedar. Sin la escuela probablemente no habría leído nunca aquellas historias, y socializar mis ejemplares entonces era una obligación y, también, pura supervivencia. Tampoco es que hubiera dinero para andar creando la biblioteca personal. Nadie en mi casa tenía una.

Desde que empecé a comprar libros no he vuelto a desprenderme de ningún ejemplar que haya leído y haya disfrutado con su lectura. Las mudanzas son el enemigo a abatir. Los primeros ejemplares que compré, tras Círculo de Lectores y los kioskos, sólo debían cumplir un requisito para que los comprara y me los llevara a casa: que fueran baratos. Así que me iba a las librerías de viejo, sobre todo a Canuda, y los domingos a Sant Antoni. Muchos, como los que se quedaban en el plástico, no los he leído en años. Algunos ni siquiera los he abierto todavía. Pero los tengo: pese a las diez mudanzas, pese a que las baldas empiezan a vencer, pese al polvo, pese a todo.

Probablemente, los que hemos crecido sin libros tenemos esa necesidad. Si nadie nos los compraba —por el motivo que fuera— y en el colegio nos los prestaban, hemos pasado muchos años sin nuestra biblioteca personal. No lo parece, pero empezarla a destiempo te marca de por vida.

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