EL DESAFÍO DE LA CEGUERA

Jugarse la vida porque sí

Sandra Bullock, en un fotograma de 'A ciegas'

Sandra Bullock, en un fotograma de 'A ciegas'

Ramón de España

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Internet ha generado muchas actividades discutibles, cuando no directamente estúpidas, como esos 'challenges' (retos) que se ponen súbitamente de moda y que a veces entrañan riesgos para los que se apuntan. El último que recuerdo es aquel que consistía en bailar a los acordes de una canción de Drake junto a un coche en movimiento cuyo conductor te grababa: no hubo ninguna desgracia porque Dios no quiso. No tuvo tanta suerte la pareja de enamorados que quiso hacerse un selfi al borde un precipicio, pero perdieron el equilibrio y cayeron al vacío, de donde nunca volvieron. O el lumbreras que iba en coche, con medio cuerpo colgando de la ventanilla, y que, mientras se grababa de espaldas a la carretera, fue decapitado por una señal o por un buzón, ya no me acuerdo qué. Por no hablar de todos los que participaron en el famoso 'challenge' del cubo de agua helada que te vaciaban en la cabeza para que demostraras tu solidaridad con ya no sé qué buena causa: no hubo nadie que se plantara y dijese que no pensaba apuntarse a semejante majadería; allí acabaron empapados y muertos de frío desde el presidente Obama hasta el último mono de Peoria, Illinois.

 La última memez atiende por Birdbox challenge y está inspirado en la película de Netflix 'A ciegas' (Bird box), dirigida por Susanne Bier -sobre una novela de Josh Malerman- y protagonizada por Sandra Bullock. Se trata de una distopía en la que una presencia siniestra que nunca vemos y que no sabemos de dónde procede consigue que todo el que la ve se suicide. Solo se salvan, lógicamente, los ciegos. Y los que se vendan los ojos. La película se deja ver, pero tampoco te pierdes nada si no la ves. En Estados Unidos ha tenido tanto éxito que la gente se dedica a hacer cosas que no debe con la venda puesta, por lo que el número de accidentes, caídas y contusiones no para de crecer ni dejará de hacerlo, digo yo, hasta que alguien la diñe.

El suicidio ya no es aquella decisión personal propia de almas atormentadas por el rigor de la existencia, sino una posibilidad de pasar el rato al alcance de cualquier merluzo que no parece tener nada mejor que hacer que jugarse el pellejo para impresionar a otros tan tontos como él. Llámenme apocalíptico, pero tomarse el suicidio a pitorreo me parece otra señal de lo mal que están las cosas.

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