La crisis catalana
¿Exigir un referéndum imposible?
Las críticas de la derecha al acuerdo de mínimos de Pedralbes dificultan cualquier paso adelante
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
La prensa de derechas de Madrid ha sido unánime al bautizar de “rendición de Pedralbes” el comunicado conjunto de la Generalitat y el Gobierno de España del pasado día 20. Indica la poca aceptación de la España constitucional. Aznar, que ahora tanto la esgrime, no la votó porque parte de AP creyó que Fraga se había rendido al aceptar el título octavo, el de las autonomías. Este rechazo es una gran desgracia porque sin asumir que en Catalunya hay un conflicto político, la crisis puede eternizarse.
Y el comunicado es alentador porque lo reconoce y alienta el diálogo y la negociación. También porque el independentismo ya no podrá decir que vivimos en una república sin que se le caiga, todavía más, la cara de vergüenza. Y lo de la unilateralidad es incompatible con la seguridad jurídica que el comunicado señala como imprescindible.
El atractivo del derecho a decidir
Ahora, la última línea del secesionismo será el llamado derecho a decidir que lanzó Artur Mas como una especie de vino sin alcohol para suavizar la exigencia de autodeterminación. El derecho a decidir no existe, lo que la ONU reconoce -para las colonias- es el derecho de autodeterminación, pero pretender que Catalunya es una colonia española -con elecciones libres desde 1977 e instituciones de autogobierno- solo puede provocar rechazo en las instituciones internacionales. Ahora bien, el derecho a decidir es una mercancía atractiva porque a nadie le gusta renunciar a nada y por eso la demanda de un referéndum tiene muchos partidarios, incluso entre los no separatistas.
Pero hay dos obstáculos definitivos. Uno es que un referéndum de este tipo es imposible en el marco constitucional. El segundo es que en Catalunya es una mala idea porque no resolvería nada.
El apoyo cantado de menos de la mitad de los votantes, no de los electores, hace superflua la consulta de la
autodeterminación
Recuerdo que un día le pregunté a Heribert Barrera -con quien en el tardofranquismo tuve mucha relación- por qué no había votado la Constitución. Fue tajante: la Constitución nos ofrecía a los catalanes algo tentador, una 'gàbia d'or', pero una vez aceptas entrar en la jaula ya no puedes salir. Barrera, como el PNV (y al contrario que CDC), no votó la Constitución. Pero siempre he creído que no la votaron porque sabían que salía. En otro caso…
El referéndum de autodeterminación no es posible porque la Constitución -la jaula de Barrera- dice que España es indivisible. Y España es un socio muy relevante de la UE. Lo de Lituania y otros países solo fue posible en un contexto en el que todo Occidente quería la desaparición de la Unión Soviética. Hoy nadie desea romper España.
Un referéndum en Catalunya tampoco es una buena idea. Un referéndum sirve para consagrar un gran acuerdo, no para resolver algo que parte a una sociedad en dos mitades. Gran Bretaña votó en el 2016 salir de la UE por escasa mayoría (52% a 48%) y ya vemos el caos resultante. Escocia votó en el 2014, por más margen, permanecer en Gran Bretaña, pero el SNP no ha dejado ni un momento de pensar en otro referéndum.
Todas las encuestas dicen que, respecto a la independencia, Catalunya está partida en dos mitades. Las últimas -la del Institut de Ciències Polítiques y la del diario 'Ara'- afirman que solo diría 'sí' el 47% de los votantes (no de la población). Con este resultado cantado, el referéndum solo sería un ejercicio de autoflagelación e inestabilidad. Y aunque el porcentaje saltara al 52% de los votantes (no de los electores) no cambiaría casi nada. Eso sí, el lío sería mayor.
Cierto que algún referéndum -el italiano sobre monarquía o república de 1946- estabilizó Italia, pero porque sirvió para enterrar el fascismo. Y en Francia el general De Gaulle recurrió al referéndum sobre cuestiones que dividían -la independencia de Argelia o la elección por sufragio universal del presidente de la república- pero lo hizo para legitimar una mayoría con la que cambiar Francia, no para romper un Estado.
Las elecciones plebiscitarias del 2015
Además, si De Gaulle no hubiera superado el 51% -como le pasó a Artur Mas en las elecciones plebiscitarias del 2015- al día siguiente se habría ido a Colombey. Y las del 2015 se convocaron como un referéndum decisivo. Por eso Mas puso como condición la lista unitaria.
En Catalunya, la autodeterminación es imposible sin antes cambiar la Constitución y además el resultado no resolvería nada. El secesionismo insiste porque eso le permite no confesar que lo de la república fue una patochada y que no hay apoyos ni internos ni externos para lanzarse a otra DUI. Pero debe espabilar. Catalunya no puede estar parada y el juicio a sus dirigentes acusados de rebelión es inminente. Vivir en la irrealidad no les ayudará.
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