OPINIÓN

¿Cómo se motiva el número uno?

Messi vuelve a exhibirse y todos nos preguntamos si existe una catapulta externa que dispara sus ansias competitivas

Messi celebra el gol de Dembélé.

Messi celebra el gol de Dembélé. / periodico

Albert Guasch

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Resulta tentador incidir en el sarcasmo de que el futbolista que este sábado se exhibió por enésima vez sobre un terreno de juego concluyera quinto en el último Balón de Oro. Qué bueno deber ser el primero, ¿no? Podría hacerse como en las guarderías: "Apagamos la luz, si alguien ha cogido algo que no es suyo que lo deje en su sitio. Luego la volvemos a encender y aquí no ha pasado nada".

No hace falta que Luka Modric haga nada heroico. Quizá deberían sentirse más incómodos aquellos que votaron. Y aún más los dueños de la revista que entrega el galardón. No se vaya a jugar con el prestigio de su pequeño tesoro. Pero no pasa nada. Ya entendimos la mayoría que en líneas generales se hizo como si Leo Messi no hubiera concurrido al premio. 

Estaría bien, en cambio, que Pelé expresara sus inquietudes futbolísticas, que se asemejan a bocanadas de celos, con más frecuencia. Quizá hicieron sus despectivas palabras de palanca motivacional para Messi. O quizá no. El dios argentino estuvo a la altura de su leyenda bíblica. Corrió incluso hacia atrás en una jugada de la primera parte tras una pérdida propia, que es a menudo la constatación palmaria de que es día de cuidado máximo a su orgullo competitivo.

O quizá le empujó la conciencia de que hordas de compatriotas llegados a Madrid para la Copa de Libertadores verían el partido. También puede ser eso. Nada le gusta más que complacer a aquellos que más le exigen, con más o menos realismo. A la postre solo puede decirse con certeza que Messi hizo de Messi ante un Espanyol que ha perdido la inspiración y la magia, al margen de un portero fiable. No insufló el de ayer mucha confianza a su equipo precisamente. Se avecinan gestos de preocupación en la comunidad blanquiazul.

Messi recuperó a su vera a Luis Suárez, quien estrenó una rodilla mejorada y un tatuaje en el cuello con su signo habitual tras marcar un gol. Y lo estrenó como debía. Y se mantuvo Dembélé, que pronto deberá registrar con copyright la acción del recorte y gol. Pero el principio y a menudo el final es el de siempre. ¿Qué motiva a Messi? ¿Existe en verdad una catapulta externa que dispara su voracidad competitiva? ¿La necesita realmente? Dudas solo aptas ante un genio.