Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA
Juan Carlos Ortega
Juan Carlos Ortega
Feliz cumpleaños
Anoche me llamo por teléfono un amigo para pedirme consejo. Hoy es el cumpleaños de su mujer y le había compuesto un poema. Quería leérmelo para que le diera mi opinión antes de regalárselo a ella. Me acomodé en el sofá y le dije que empezara a recitarlo cuando quisiera. Empezó, con la voz emocionada, a leer lo que le había escrito. Los primeros versos decían: «Sandra, adoro tus ojos porque son como dos valles».
Yo escuchaba en silencio, y solamente deseaba que no fuera excesivamente largo. Mi amigo continuó: «Adoro tus manos porque son como flores suaves». Entre verso y verso, el hombre respiraba emocionado. «Adoro tus pestañas porque son como pinceladas del mejor pintor». Aquello me empezaba a parecer muy cursi, pero como era un acto de amor, no quise decírselo. «Adoro tus brazos, porque son como tallos de amapola. Adoro tus cejas, oscuras y lindas. Adoro tus piernas, firmes como troncos de abedul».
"Sandra, tu carácter es, cuando menos, delicadito", escribe un amigo mío en un poema que ha compuesto para regalárselo a su mujer
Empecé a temer que repasara todo su cuerpo, parte a parte, sin olvidarse de nada. «Adoro tus uñas, que te quedan muy bien cuando las pintas. Adoro tu cabello, denso y bello como una selva tropical. Adoro tus labios, fuentes de pecado y de virtud». Efectivamente, mi amigo tenía previsto enumerar todas las zonas de su cuerpo. «Tu espalda es delicada y hermosa. Tus mejillas, luminosas como días de primavera».
Le dije que estaba muy bien y que seguro que a Sandra le entusiasmaría, pero él ni siquiera me escuchó y siguió leyendo: «Tus pies son frágiles como pétalos de margarita. Tu cuello es largo y tentador». Tosí, dando a entender que ya tenía bastante, pero el hombre estaba tan emocionado que ni siquiera se dio cuenta. «Tu tórax es fabuloso. Tu carácter es...». Hizo una pausa que yo interpreté como un cambio de página. Siguió: «Tu carácter es...». De nuevo una pausa. «Tu carácter es, cuando menos, delicadito».
El tono de mi amigo había cambiado repentinamente. «Delicadito por expresar un término suave, porque lo cierto, Sandra, es que tienes un carácter que echa un poco para atrás». No podía dar crédito a lo que estaba escuchando. «Yo, Sandra, he aguantado todo lo que tenía que aguantar, pero tienes una forma de ser espantosa. Así que casi mejor que lo dejemos tú y yo». Los dos quedamos en silencio algunos segundos, hasta que mi amigo me preguntó qué me había parecido. Me quedé sin palabras, busqué qué decirle y solo pude soltar un «muy bien, muy bien, ya me dirás que le ha parecido».
Cuando usted esté leyendo esto, es probable que Sandra ya haya leído el poema. Desde aquí (ella es lectora de EL PERIÓDICO) quiero desearle un feliz cumpleaños.
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