¿Y la reacción de la izquierda?

¿Cómo se pondrán a predicar de ideologías si las ideologías murieron?

El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en el Palacio de la Moncloa, el pasado septiembre.

El presidente del Gobierno, Pedro Sanchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en el Palacio de la Moncloa, el pasado septiembre. / DAVID CASTRO

José Luis Sastre

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Como la elogiaron tanto y luego la denostaron, cualquier cosa que se escriba de la Constitución te pone en una casilla o en otra, que no está el patio para matices. En realidad, te ponen en una casilla o en otra digas lo que digas sobre cualquier asunto del que se pueda decir. Será eso la madurez: que Twitter haya salido de Twitter y esté ahora en todas partes. Al cabo de los años, en fin, aquí estamos, después de una transformación democrática innegable y en medio de todos los riesgos, con una pulsión extremista que recorre Europa y que ha entrado en España por su comunidad más poblada. Andalucía no es la excepción; Andalucía ha sido la primera. Nuevos tiempos sin centros, con los partidos empujando hacia los lados. La única democracia europea sin ultraderecha es Portugal, donde gobierna una alianza de izquierdas.

A la izquierda española le toca, de hecho, la peor parte, que consiste en ponerse a pensar. Después de que fallaran en el diagnóstico y no lo vieran venir -señal del pulso que han perdido-, se esperaría de las ejecutivas del PSOE y de Podemos que se dieran a la reflexión de fondo, aunque les pueda la bilis entre compañeros de filas. A la izquierda que acababa de pactar unos Presupuestos y que se vio de pronto en la Moncloa se le acaba de presentar la pregunta que decidirá si España se homologa a Europa también en eso, en que el PSOE acabe como muchos de sus socios socialdemócratas. ¿Qué opciones tiene, con la política en sus cotas bajas?

¿Cómo va a ponerse a actuar ahora si han votado ya los andaluces, si las movilizaciones llegan tarde? ¿Cómo van a explicar sus políticas si nadie cree a los políticos? ¿Cómo dirán que España puede mantenerse sin ultraderecha si la mayoría de los vecinos ya la tienen? ¿Cómo combatirán la xenofobia con los datos si los datos ahora son líquidos, que de eso iba la posverdad? ¿Cómo emocionarán si han cambiado el carisma por la telegenia? ¿Cómo ilusionarán si se ha extendido el desencanto? ¿Cómo trasladarán sus mensajes en grandes mítines cuando lo que se lleva son las redes sociales, donde lo mismo vale el criterio de una catedrática que de un 'influencer'? ¿Cómo se pondrán a predicar de ideologías si las ideologías murieron?

Un combate difícil

Esas dificultades presenta el contexto 40 años después y, sin embargo, no tienen más remedio que afrontarlas para sobrevivir. Por exponerlo en lenguaje épico, se diría que les queda un combate difícil. Por llamarlo de la manera más llana, lo que les queda es la política. Así la llamaban antes, en aquellos tiempos de transición tan denostados que, en realidad, eran peores. Peores en todo.

El PP interpreta que es su momento: anuncia un discurso 'pata negra' y el regreso a las esencias. Pablo Casado prepara una convención ideológica y José María Aznar señala el camino. El PP tiene una estrategia y Albert Rivera tiene sondeos. Pablo Iglesias llama a la manifestación. ¿Cuál es el debate ideológico que ofrece Pedro Sánchez? De momento, un tuit y una entrevista en la tele. Lo único que se ha escuchado del secretario general del PSOE es que la culpa fue de la abstención. La pregunta sigue vigente: ¿cómo piensa reaccionar al avance reaccionario?