Miedo a la disidencia

Tú, ¡cállate!

El poder de la palabra sirve para la defensa y el ataque, pero es el único instrumento para el entendimiento, por eso acallar voces no puede ser nunca la solución a nada

Manifestacion de la Diada del 2017

Manifestacion de la Diada del 2017 / Julio Carbó

Núria Iceta

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En medio del torbellino de las polémicas más absurdas y de los castigos más crueles, es de agradecer lo que han hecho Laura Huerga, editora de Rayo Verde, junto con Blanca Busquets, en 'Tú, ¡cállate!', un ensayo que aborda la criminalización de la libertad de expresión y manifestación en nuestro país.

El libro es al mismo tiempo trabajo de investigación para la recopilación de casos, y formulación del aparato teórico sobre el que sustentar la denuncia de los abusos cometidos. Las autoras sitúan el endurecimiento de la legislación que lleva a la aprobación de la llamada 'ley mordaza', ambas en el 2015, en el miedo a la disidencia. El Estado -afirman- se ha sentido amenazado por el cuestionamiento del poder por parte de la ciudadanía, particularmente desde los movimientos del 15-M del 2011 y de los problemas del encaje territorial denunciados desde Catalunya y el País Vasco.

Serio problema de inseguridad jurídica

Esta es la tesis del libro, y adelante quien quiera refutarla, pero el efecto acumulativo de casos y el cambio de la vía penal a la administrativa -que, contrariamente a lo que podría pensarse, empeora la situación porque elimina la presunción de inocencia con la ayuda de la presunción de veracidad para los cuerpos policiales y la penalización económica que representan las sanciones para los más desfavorecidos- desembocan en un problema serio de inseguridad jurídica.

Creo que el pensamiento crítico es una herramienta indispensable del aprendizaje, porque sirve sobre todo para hacerse preguntas. Cuesta creer, si lo piensan bien, que se pueda perseguir y denunciar personas por cosas que se dicen, a veces incluso con más facilidad que por cosas que se hacen, y este es probablemente un buen argumento para una defensa cerrada de la libertad de expresión. Debemos reflexionar sobre la autocensura, sobre la ofensa, sobre el odio, sobre el humor, también. El poder de la palabra es así, sirve tanto para la defensa como para el ataque, para construir y para destruir, pero es el único instrumento posible para el entendimiento, por ello acallar voces no puede ser nunca la solución a nada.