Pequeño observatorio

Atención al riesgo de caída

Si uno decide exponerse a un riesgo, ¿tiene derecho a imponérselo a otros?

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Josep Maria Espinàs

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Hay noticias de todo tipo, es evidente. Familiares, sociales, esperadas e inesperadas... Lo que ahora explicaré no es una noticia socialmente importante. Pero me parece curiosa: tres amigas de mi mujer han sufrido una caída en muy pocos días. Las caídas no son, parece, muy graves. Pero es una curiosa coincidencia y la expongo a los expertos en la ley de las posibilidades. Una precisión: las mujeres no iban juntas, y cada una ha caído en su casa.

Tengo la impresión de que las caídas involuntarias son una exclusiva de los humanos. Pienso que sería una rareza que cayera un gato, o un perro, simplemente por estar distraído. O por calcular mal las posibilidades de un paso o de un salto. Pienso que la diferencia significativa es que los humanos no tenemos cuatro patas, cuatro patas que aseguran el mejor soporte al cuerpo. Si tropezamos estamos muy indefensos. La cabeza se nos proyecta peligrosamente hacia delante.

En el tiempo de mi primera adolescencia, cuando yo salía de casa mi madre no me decía: "Pórtate bien", y confiaba en mí. Lo que me decía era esto: "No caigas".

Ahora veo en la calle hombres y mujeres montados en poderosas motos que circulan con audacia, pasando de un carril a otro, y acelerando si creen que encontrarán el espacio necesario para continuar avanzando.

La escena podría ser simbólica. Si se quiere avanzar, a menudo hay que admitir la existencia de un riesgo. El problema es moral. Si yo decido exponerme a un riesgo, ¿tengo derecho a imponérselo a otros? Si no me equivoco, existen las llamadas pólizas de riesgo. Pagando, se puede recuperar un contratiempo económico. Pero hay riesgos que se presentan absolutamente no previsibles ni programables. Se permiten decir que no hay nada seguro, en este mundo.

Es el arma de los grandes inversores. Yo, intentando invertir en paciencia, porque a veces me parece que no me basta.