El debate soberanista
Buscar a un culpable
Si el año pasado hablábamos del derecho a la autodeterminación y de los motivos para ejercerlo, ahora discutimos por gestos retóricos sin ningún recorrido y por palabras técnicas que a nadie importan
Andreu Pujol Mas
Historiador
Andreu Pujol Mas
El espectáculo parlamentario de las últimas semanas podría tener cierta gracia y emoción si no fuera porque hace ya un año que acumulamos sorpresas de última hora y jugadas astutas que terminan en el mismo lugar donde empiezan. JxCat, ERC y la CUP tienen las discrepancias ideológicas de toda la vida y es sano que así sea. Esta diversidad, que es la que permite que el independentismo llegue a sectores de la ciudadanía muy alejados entre sí, es la que debería ser el centro de las disputas entre estos partidos políticos.
Lo que ocurre es que el lío de estos días no tenía nada que ver con la ideología, ni siquiera con la estrategia en lo referente al objetivo común de estas tres formaciones: a la práctica, las tres actúan de una forma muy similar –ya sea en el parque de la Ciutadella o en Berga-, que es la de apechugar con la represión como se pueda y tratar de encontrar un escenario más propicio lo más pronto posible. No se trata de la ideología, ni de la estrategia, sino de quién paga el precio: el precio del desencanto de constatar que el camino sería más largo de lo que se había imaginado y de aseverar que, efectivamente, el Parlament no es soberano porque, si ya lo fuera, no haría falta ser independentista.
A este hecho debe sumársele el desbarajuste interno del mundo posconvergente, que ahora mismo tiene la fiabilidad de un mono con una escopeta: hoy firma un acuerdo que mañana será cuestionado, ahora un miembro de la Mesa sostiene una postura y después el otro defiende la contraria. Mientras, entre la falta de franqueza y las miradas de reojo, el debate político se empequeñece. Si el año pasado hablábamos del derecho a la autodeterminación y de los motivos para ejercerlo, ahora discutimos por gestos retóricos sin ningún recorrido y por palabras técnicas que a nadie importan. Afortunadamente, esta es solo una fase de un episodio histórico que no ha terminado. Una fase que conviene cerrar con sinceridad, acuerdos amplios y diagnósticos compartidos.
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