Debate en auge

Móviles y prohibiciones: ¿estrategia educativa?

Es un planteamiento artificial e, incluso, hipócrita centrar el análisis solo en un contexto y en una franja de edad

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Gemma Altell

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Recientemente Francia ha prohibido el uso de teléfonos móviles en las escuelas e institutos. Esta decisión ha generado debate en algunos países del entorno, entre ellos el nuestro. No deja de ser curioso observar cómo el debate sobre el uso de los móviles se circunscribe al contexto educativo y la adolescencia.

Es cierto que el uso de los dispositivos móviles es un tema que debemos abordar porque, como todo elemento que irrumpe en nuestra sociedad con tanta fuerza (sea del tipo que sea), requiere una reflexión sobre los impactos sociales, psicológicos, económicos, de género, éticos, educativos, etc. Es por este motivo que es un planteamiento artificial e incluso diría hipócrita centrar el análisis solo en un contexto y en una franja de edad. Es como cuando hablamos de los peligros de mezclar alcohol y conducción y normalmente atribuimos esta conducta a la juventud como si el hecho de cumplir años nos atribuyera -casi mágicamente- un incremento del sentido común o de la capacidad de ser más conscientes de lo que más nos conviene a nosotr@s y al resto de personas en nuestro entorno. Desgraciadamente, no es así. Como adultos nos toca este papel de establecer muchas de las normas y criterios que rigen nuestra sociedad, pero este hecho no siempre responde a una capacidad mayor.

El uso del dispositivo no es bueno ni malo 'per se': depende de la utilidad que se le dé y de la capacidad que tengamos de regularlo

El uso de la tecnología no es una excepción. Es prácticamente imposible realizar un análisis honesto sobre el uso de los móviles en las escuelas sin hacerlo también sobre el uso en todos los otros contextos con los que está en contacto la adolescencia y la juventud: la familia, los entornos laborales de los progenitores u otros, los entornos de ocio, los medios de comunicación. ¿Bajo qué premisa argumentamos a nuestros jóvenes que es lícito, legítimo e incluso deseable en todos estos contextos, pero no lo es en el entorno educativo? ¿Cómo justificamos que las personas adultas -aun no siendo nativas digitales- convivimos con la multitarea y la multipantalla constantemente y argumentamos a los adolescentes que no pueden tener varios focos de concentración/atención a la vez y que, por consiguiente, los móviles los desconcentran? Muchos de nosotros, personas adultas, tenemos perfiles en diversas redes sociales que configuran nuestra identidad digital y, a menudo, observamos y/o vivimos el nivel de agresividad verbal que se produce en ocasiones. Es cierto, también pasa con jóvenes y adolescentes; identidades digitales que son muy importantes en su vida en positivo y también pueden serlo en negativo. Como para nosotros.    

Debemos formularnos pues dos preguntas: ¿Es necesario utilizar la prohibición como estrategia? ¿Es necesario utilizarla en un contexto educativo? A la primera pregunta creo que deberíamos responder que no. A lo largo de la historia las prohibiciones se han demostrado absolutamente inútiles. Primero, porque apelan a un mensaje infantilizador de la ciudadanía y segundo, porque es imposible de controlar. Sobran los ejemplos, pero podríamos hablar de la ley seca en EEUU o de las leyes prohibicionistas en relación al uso de drogas que no hacen más que incrementar los problemas asociados a este consumo. La prohibición siempre remite a una fantasía de control que nunca es posible en su totalidad y hace referencia a 'usos clandestinos' que, al ser poco visibles, nos dificultan la monitorización y regulación. Nos llevan a un mayor desconocimiento de la situación y, consecuentemente, a una menor capacidad de intervención en la problemática que se deriva.

En cuanto a la segunda pregunta, que hace referencia al contexto educativo, la propuesta de la prohibición no me hace pensar en una propuesta educativa, sino en una estrategia evasiva, una forma de no afrontar uno de los grandes retos que nos están trayendo los nuevos tiempos. El uso del móvil en el entorno educativo no es bueno ni malo 'per se'. Depende del uso que se haga y, por tanto, de la capacidad que tengamos de regularlo. Aceptar el uso del móvil dentro de los centros educativos con limitaciones obliga a plantearse cómo debe ser este uso y, evidentemente, esta opción es mucho más compleja y laboriosa que la anterior. De hecho, nos pone ante un espejo sobre cómo estamos educando en lo que se refiere a contenidos, metodologías, objetivos y también cuáles deben ser los límites de la actuación de la institución.

El mundo digital desdibuja las fronteras físicas y, por tanto, replantea también el tema de las responsabilidades profesionales dentro y fuera del aula. Por otro lado, abre un mundo de oportunidades de innovación educativa si las tomamos. Debemos vencer el miedo al cambio y asumir que nunca tendremos todas las respuestas. La vida es un aprendizaje permanente.