Cargos públicos a examen
Poderosos y agresivos
Hay un patrón que se repite, y es que, cuando se les examina y pone en duda, muchos políticos y responsables públicos eligen la agresividad, la arrogancia, la indignación, el desprecio
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
Jordi Puntí
El sábado Brett Kavanaugh accedió al cargo vitalicio de juez del Tribunal Supremo de Estados Unidos. A pesar de las acusaciones de intento de violación, a pesar de los miles de manifestantes que lo rechazaban, el candidato ultraconservador de Trump consiguió el apoyo de los republicanos e incluso de algún demócrata. Es curioso, por cierto, sabemos más detalles de las intrigas para elegir a los jueces de Estados Unidos que a los de España, y quizá por eso la tentación es creer que las decisiones que tomará Kavanaugh en el futuro nos afectarán más —a nivel global— que las pueda tomar un magistrado del Supremo español, pongamos un Pablo Llarena. En todo caso, a pesar de las diferencias evidentes entre las variopintas democracias del mundo, es cierto que a menudo sus representantes actúan de forma muy similar...
Tomemos el interrogatorio del comité judicial sobre los supuestos delitos sexuales de Kavanaugh, por ejemplo. El juez respondió gritando, con rabia e indignación, acusando a la familia Clinton de estar detrás de todo: es decir, atacó en lugar de defenderse. Sin duda se trataba de una estrategia, y las imágenes me recordaron algunos casos que hemos visto de cerca. Por ejemplo la comparecencia de Jordi Pujol en el Parlament, en el 2014, ante la comisión que investigaba el fraude fiscal, y su discurso en el que se dedicó a regañar a medio país. O el regreso de José María Aznar al Congreso, hace unos días, para responder sobre la financiación ilegal del PP: toda una exhibición de resentimiento, vanidad y bilis. O la displicencia de Mariano Rajoy ante la misma comisión. O la prepotencia de Rodrigo Rato cuando le interrogaron sobre las cajas en el Parlament...
Hay un patrón que se repite, y es que, cuando se les examina y pone en duda, muchos políticos y cargos públicos eligen la agresividad, la arrogancia, la indignación, el desprecio. Como si gritar más fuerte les diera la razón, o como si escenificando el poder —el abuso de poder— consiguieran hacer pasar por carisma lo que a menudo solo es miseria moral. Compadezco a sus familias.
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